—¿Quién diablos te crees para botar las cosas de Rebeca? —tronó cruzando la habitación en dos pasos
Me puse de pie de inmediato y por un segundo, solo un segundo, me quedé congelada porque las palabras del abogado seguían retumbándome en la cabeza, mató a mis padres, me mató a mí y ahora va por Melanie
Lo miré en silencio completamente atónita por esa verdad que acababa de encajar y esa quietud lo enfureció aún más
—¡RESPONDE! —gritó avanzando hacia mí
La rabia me subió desde el estómago hasta los ojos y tiré el cuaderno de Melanie al suelo con fuerza mientras caminaba hacia él
—¿Y tú quién te crees para gritarme? —le escupí— esta es mi casa, la casa que mi padre me regaló, está a mi nombre, ¿qué derecho tiene ella de pintar lo que se le antoje?
Martín abrió la boca para responder pero Yolanda, la maldita entrometida, se adelantó
—Señor, yo le dije que esta señora está loca, que no respeta nada, mire lo que ha hecho, nunca respeta a la señora Rebeca
—¿Quién te pidió tu opinión? —le so