- Aquí tiene ya su alta firmada señora.- El médico extendió una hoja de papel hacia la mujer.- No olvide tomar sus vitaminas como se lo indiqué, y tampoco olvide venir para su chequeo prenatal.- Gracias doctor.- La mujer respondió en un susurro bajo.- También debe guardar reposo, eso más que una recomendación, es una obligación de vuestra parte.- Lo tomaré en cuenta.- Bien. Qué tenga un bonito día.- El hombre le sonrió, antes de darse la vuelta y marcharse.Mariana miró la hoja en su mano y las ganas de llorar no se hicieron esperar.Había trabajado tan duro para alcanzar cada una de sus metas... Y lo había perdido todo en cuestión de minutos por haberle entregado su corazón a la persona equivocada.- Pero esto no se quedará así Fernando... ¡Os juro que no se quedará así!.Tomó sus cosas y abandonó aquel lugar con pasos pesados, sintiendo en sus hombros una carga que no quería llevar, pero que tampoco podía desechar.Apenas salió del hospital, paró un taxi y le dió la dirección de
Aura miraba su atuendo en el espejo.Llevaba una blusa manga tres cuartos y un jeans azul ajustado.Suspiró al ver sus brazos surcados de cicatrices y las palabras de la psicóloga resonaron nuevamente en su cabeza:" El primer paso para sanar es reconocer que necesitas que alguien te ayude porque no puedes sola, pero también es aceptarte con cada una de tus cicatrices. La única forma de vencer el miedo es enfrentandolo y la única manera de amarte plenamente es aceptando tal cuál eres y mostrarte a los demás con tus virtudes y defectos.Quien realmente te ame se quedará, pero tú no debes rogar ni mendigar."Se miró nuevamente al espejo y suspiró de nuevo: cada batalla ya fuese ganada o perdida, estaba representada en cada cicatriz.- ¿Ya estás lista mami?.- Berenice entró a la habitación y observó a la mayor sonriente.- Si mi amor.- Entonces vamos. La señora Dafne nos espera.- La niña le tendió la mano.Aura no dudó en tomarla y seguirla hacia afuera.Debido a todo el incidente, Daf
- ¡Este se vería muy bonito en la casa mami!.- Berenice arrastró a Aura para mostrarle un árbol de navidad.- ¿Te gusta princesa?.- Alexein preguntó, mientras observaba detenidamente el objeto.- ¡Si papi!, ¡Está precioso!.- La niña asintió entusiasta.- Bien... Entonces lo llevamos.- ¡Siiiii!.- El grito de la niña no se hizo esperar.Aura frunció los labios en señal de desaprobación, pero lo único que consiguió fue que Alexein apretara sus mejillas y le diera un beso en la frente.- No pongas esa cara cariño. Cuando tengamos ya nuestra casa, lo vamos a necesitar.- ¿De verdad sueñas un futuro... Conmigo?.- Aura preguntó con un nudo en la garganta, sintiendo unas enormes ganas de llorar invadiendola.- Contigo lo quiero todo. Ya deberías tenerlo más que grabado en esa cabecita tuya. Tal vez no hoy, tal vez no pronto, pero, en cada uno de mis planes, siempre, la primera, serás tú y Berenice.- Me gusta verlos juntos.- Alexein estaba a punto de besar a la castaña, cuando la pequeña los
- Aquí estarás segura. La casa ya se encuentra completamente equipada y otro rato te enviaré ropa y todo lo que necesites para tu aseo personal. Si necesitas algo más, puedes buscarme a mí o a la tía Cass.- Aura le sonrió a Mariana, quien observaba la casa con asombro. - ¿En serio estas son las casas que la señora Lamprou otorga a sus empleados?.- Mariana preguntó curiosa, sin dar crédito a lo que escuchaba. - Sí.- Aura respondió tranquila.- La casa celeste que ves en frente es la que me fue asignada a mí cuando llegué a este lugar. - ¿Sigues viviendo ahí?. - No. Por órdenes de Dafne, me he trasladado a la casa principal. Ya sabes, por lo de mi recuperación y todo eso. - Lo entiendo.- Mariana murmuró en respuesta.- Recuerdo haber escuchado a Fernando hablar vagamente sobre el asunto. Aura asintió.- Bien. Entonces te dejo para que te instales y puedas descansar.- La castaña se dió la vuelta para retirarse, pero se detuvo con la mano en el pomo de la puerta.- Dafne también me pidió
- ¡Sal zorra de porquería!, ¿O es que acaso tienes miedo de enfrentar la realidad Casandra?, ¡Dorian es mi marido y tú la amante!, ¡La zorra pusilánime que se le ha metido por todas partes!. Dafne bajó los escalones de prisa y avanzó por la entrada, haciendo resonar sus tacones en las piedras talladas que formaban el camino, al oír los gritos esquizofrénicos de su madre. - Señora: calmese por favor.- Uno de los hombres de seguridad, la tenía sujeta de los brazos. Caliope estaba fuera de sí. Estaba desaliñada, con la ropa sucia, el cabello enmarañado y una botella de alcohol en la mano. - ¡Todos ustedes son unos imbéciles!, ¡Nunca serán felices!, ¡Nunca!. ¡Y ustedes sueltenme malditos idiotas!, ¿Qué acaso no ven quién soy?, ¡Soy Caliope Lamprou, la madre de su jefa y los puedo poner de patitas en la calle si se me da la gana!. - ¡Ya basta mamá!.- El grito de Dafne hizo eco en el lugar.- Comportate o les ordenare a los de seguridad que te saquen ahora mismo de mi propiedad.- La rubi
Aura bajó los brazos que por inercia puso sobre su rostro, cubriendolo, esperando el golpe que nunca llegó. Cuando sus ojos se abrieron, miró a Casandra, quien se interponia entre ella y Caliope, mientras Alexein sostenía la mano de la última, evitando que le regresara el golpe a la pelirroja. -¡¿Cómo te atreves sirvientucho de cuarta a tocarme?!- El grito de Caliope resonó por todo el lugar, exponiendo su furia y rompiendo el tenso silencio que se había formado. Aura retrocedió un paso y otro... Hasta que su espalda chocó contra el pecho de Enzio, quien la sostuvo al verla trastrabillar, sin dar crédito a lo que escuchaba. - ¡De la misma forma que usted se atrevió a levantarle la mano a Casandra y a Aura.!- Alexein respondió con los dientes apretados por la furia, mientras la fulminaba con la mirada. - ¿Y como es posible que una simple niñera de cuarta y una bastarda, valga más que yo, la madre de la señora?.- La mujer respondió con arrogancia y prepotencia, soltandose del
Aura corrió a su habitación. Empujó la puerta y la cerró de golpe asegurandola con el pestillo mientras se dejaba caer de rodillas, sintiéndo como el mundo se le caía a pedazos de nuevo.Hipidos y sollozos escapaban de su garganta por igual.Se sentía miserable, Traicionada...Su abuelo estaba ahí, junto a ella. Lo tenía tan cerca... Podía abrazarlo a la hora que quisiera, contarle cosas tan triviales como si el día era bonito o si le había ido bien en el trabajo.Tan cerca... Siempre había estado tan cerca de su abuelo, de su familia, pero al mismo tiempo tan lejos, siendo simplemente una empleada.Ellos la querían, por supuesto que la querían. Nunca la habían maltratado o cometido alguna injusticia contra ella, por el contrario: se lo habían dado todo a manos llenas, pero, todo habría sido distinto si la hubieran querido como lo que era, alguien de la familia y no un trabajador más.Pero ni siquiera podía imaginarlo.Lágrimas calientes bajaban por sus mejillas. Su cabeza dolía al i
Bastian corría con toda la fuerza que sus piernas poseían y aún así, sentía que no avanzaba del mismo lugar.Miró hacia atrás y un suspiro de alivio escapó de sus labios: ya los había perdido.Empezó a reducir el paso y se agachó, apoyando sus manos en las rodillas, mientras buscaba la forma de llevar el aire a sus pulmones.La fría brisa era más notoria en sus mejillas, dónde un rastro de lágrimas secas, aún le recordaban lo que acababa de pasar.Las palabras de su madre nuevamente taladraron su cabeza.: "Larissa será tu esposa cuándo cumpla la mayoría de edad y no te lo estoy proponiendo, te lo estoy informando."Él apenas y tenía 17. Tenía sueños, metas... Un futuro por delante. ¿Por qué su madre insistía en cortar sus alas?.Además, esa chica no le agradaba.Era demasiado empalagosa para su gusto, siempre quería estar pegada a él y sus rabietas... ¡Dios!... Lo sacaban de quicio.Además, si lo que su madre quería era dinero y estatus, no necesitaba obligarlo a casarse. Él podía con