- Buenos días señor, ¿En qué podemos servirle?.
- Vengo a ver al señor Ludovico Cassano.
La mujer que tecleaba en la computadora, sin siquiera obsequiarle un vistazo, se quedó con la mano en el aire y desvió su atención por completo del aparato.
Lo miró sorprendida por un momento, hasta que poco a poco su ceño comenzó a fruncirse.
- ¿Para qué desea verlo?.- La mujer preguntó con cautela y suspicacia.
- ¿Es necesario que responda esa pregunta?.- El hombre apretó la mandíbula fastidiado.
- Así es señor.- La mujer respondió sin titubeos.
- Él asesinó a mi padre, pero nunca encontré su cuerpo. Nunca tuve la oportunidad de enfrentarlo sin temer por la seguridad de mi familia. Ahora que está en este lugar, vengo a exigirle que me diga dónde están sus restos para darle cristiana sepultura... Sólo quiero intentarlo, nada más.
Si voz lastimera y su semblante decaído consiguió que la mujer mirara al hombre con pena y cualquier atisbo de sospecha desapareciera de su rostro.
- Puede pasar a verlo