Había abandonado la casa de Odelette apenas la oscuridad empezó a disiparse.
Aquellas personas apenas contaban con lo necesario para vivir, él no podía ser una carga más.
Se detuvo un momento a tomar aire y a estirarse, pues había dormido en una pila de cobertores doblados sobre el suelo y su cuello engreído estaba resintiendo la falta de su cómodo colchón.
Cerró sus ojos con fuerza al vislumbrar su casa a lo lejos y un escalofrío recorrió su espalda al pensar en la furia de su madre y el castigo que seguramente ya tenía pensado por su rebelde y alocada decisión.
- A mal paso, darle prisa.- Susurró, tratando de infundirse valor.
Abrió la rejilla despacio, mientras sentía los primeros rayos del sol impactar con fuerza en su rostro.
Apenas empujó la puerta para entrar, sintió un fuerte tirón en su cabello, mientras una fuerza externa lo halaba al interior del lugar.
Lo soltaron de golpe, con un fuerte empujón que lo mandó directo al suelo. Su cabeza dió de lleno contra la esquina de la