Odelette estaba afuera, dándoles de comer a las gallinas, cuando vió a una mujer elegante y de rostro adusto acercarse por la vereda que daba hacia la casa.
El perro comenzó a gruñir al verla y la muchacha tuvo que regañarlo para que no se lanzara contra la mujer.
- Buenos días señora, ¿En qué puedo servirle?.- La chica preguntó cordialmente con una sonrisa.
La mujer la miró de forma despectiva, mientras arrugaba la nariz y observaba su alrededor con un gesto parecido al asco.
- ¿Dónde está el idiota de Bastian?.- La mujer preguntó con algo parecido al odio.
Odelette abrió sus ojos de par en par y miró a la mujer con renovado interés.
- Yo no conozco a ningún Bastian.- La joven respondió con toda la tranquilidad que podía reunir después del shock.
- Mira niña. No tengo tiempo suficiente para perderlo en tus estupideces, así que es mejor que hables de una buena vez. ¿Dónde está ese muchachito malcriado?.- Odelette tuvo que retroceder, mientras la mujer se acercaba.
- He dicho que no sé