Yo desaparecí en silencio y Francisco ya no podía encontrarme en su mundo.
La gente de la Manada del Colmillo Afilado decía que su Alfa se había vuelto loco.
En aquella lujosa ceremonia de compañeros, él había abandonado a su futura compañera en público. Y luego había salido a buscarla por el mundo.
Esa jefa de sanadores Nina, que él había cuidado como si fuera un tesoro, se había convertido en el hazmerreír de la manada.
La gente se preguntaba quién era aquella chica a la que él estaba buscando desesperadamente.
Nina se interpuso desesperadamente en el camino de Francisco, quien estaba a punto de salir:
—Francisco, deja de torturarte a ti mismo, Ana se ha ido. ¿Por qué no te fijas en mí? En realidad, yo soy tan buena para ti como ella. Además, estuve a un paso de convertirme en tu compañera. Deja de buscala, ¿está bien?
Francisco la miró en silencio sin decir ni una palabra.
Nina se armó de valor y se acercó lentamente a él:
—Francisco, en realidad, te quiero desde hace mucho tiempo.