Capítulo 10
Después de regresar, salí a buscar inspiración para mis cuadros, abrí exposiciones y me reuní con mis compañeros de estudio para discutir sobre las obras de arte, como de costumbre.

Pero detrás de mí siempre había alguien que me seguía a una distancia prudencial.

No me molestaba activamente, pero tampoco se alejaba y con el tiempo, me comenzó a irritar.

Mateo fue a verme.

—Parece que tienes un problema. ¿Necesitas ayuda?

El primer día que Francisco vio a Mateo, se acercó rápidamente con los ojos enrojecidos.

—Ana, ¿quién es él? ¿Cómo puedes dejar que alguien se te acerque? ¿De verdad ya no me quieres?

Sus ojos estaban enrojecidos y le dolía tanto el corazón como si lo estuvieran clavando con agujas.

Un segundo antes de que él me tocara, Mateo me puso detrás de él y nos separó.

—¡Lárgate!

Francisco lo miró con frialdad y apretó los puños con fuerza, como si en el siguiente instante le fuera a dar a Mateo un puñetazo en la cara.

Acaricié la espalda de Mateo para tranquilizarlo y salí de
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