A la mañana siguiente, Anna abrió los ojos cuando la luz del sol comenzaba a molestarle pese a que tenía los ojos cerrados.
Perezosamente, se estiró en su cama y no se sorprendió en absoluto al sentirla vacía, pues recordaba perfectamente las constantes quejas de Elizabeth, diciendo, que Amara ocupaba mucho espacio y que le estaba poniendo la cola en la cara apropósito.
Recordando que le había pedido el favor a Amara, Anna no pudo evitar reír.
Sin embargo, tan pronto su risa llegó, esta desapareció, pues algunos recuerdos de la noche anterior comenzaron a llegar a su cabeza.
Intentando recordar la noche anterior, Anna se recostó bocarriba y clavó sus ojos en el techo.
Recordaba haber salido para responder la llamada de Dante, sin embargo, todo después de se momento era confuso, pues había demasiados espacios en blanco, por lo que, ante la sensación de incertidumbre, Anna se cubrió el rostro con ambas manos completamente fastidiada.
–Lo mejor es no forzar la mente después de la pr