El sonido de los golpes no paraba. Alister seguía impactando contra la entrada y había dado la orden para que los demás lobos empezaran a golpear los alrededores. La casa, bastante antigua, se veía en mal estado. Froilán y su Clan eran licántropos de ciudad, así que no la cuidaban como hacían los Valkyria con su casa del bosque. Las paredes temblaban con cada embestida de los lobos y el crujir de las paredes les decía que la casa estaba cediendo, poco a poco.
—¡No podemos aguantar mucho más! —gritó Aric, buscando alguna que otra salida.
Froilán se acercó a él, con la expresión endurecida y con cierto miedo latiendo en su pecho que se esforzaba por ocultar.
—No podemos salir por ninguna puerta ni ventana. Estamos rodeados y Alister y sus lobos están afuera. Si nos atrapan... —su orgullo no le dejaba admitir que no saldrían bien si Alister lograba dar con ellos—. Tengo que negociar. Tengo a Samira bajo mi poder, eso debería servir para algo —gruñó.
Samira, aunque no había dicho nada en