30| ¡Nos casamos!

Cuando Helene despertó, la luz cálida del sol entraba por la ventana e inundaba la habitación con luz resplandeciente.

Se levantó cansada, como si hubiese peleado toda la noche, y asumió que así había sido, así que se dio otro baño de agua fría y cuando bajó, se encontró con Itsac que limpiaba la casa con un recogedor y en una camisa sin mangas.

— ¡Te ves mucho mejor! — era cierto, con las mejillas nuevamente rosadas y las ojeras menos notorias — ¿Ves? El cuarzo funcionó — Itsac dejó el recogedor con unos vidrios en la esquina y se dirigió a la estufa.

— Se le llama descansar, no cuarzos milagrosos — la señaló con un tenedor lleno de huevos revueltos — ese que tienes en el cuello es de protección, ¿No? Pues no te ha servido de mucho, casi te matan cuando llegaste a la ciudad, te salvé; te atacaron esa noche, te salvó Toro; Nos atacaron anoche y nos salvaron mis drones, o sea yo — Helene se rio.

— ¿No funciona mi cuarzo, eh? pero sigo viva y sana a pesar de todo, a mi me parece
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