Capítulo XXIV
Maximiliano
Estoy en mi oficina sentado en mi escritorio con el abogado para checar lo de las acciones de Fernando. Hablamos de palazos de medidas cautelares, como anular la transferencia que mi padre le hizo y ejercer presión sobre bróker. No permitiré que siga como accionista no después de su tradición.
—Necesitamos un aval judicial que impida cualquier movimiento sobre esas acciones —dice Ruiz, señalando un párrafo—. Si logramos demostrar la donación irregular o la viscosidad del acto, podemos pedir la nulidad y una orden de retención. Mientras tanto, bloqueo de cuentas y notificación al corredor.
—Hazlo ya —respondo, la voz contenida, golpeando el escritorio con mis dedos —. Que no se mueva un título sin que yo lo autorice. Y quiero que preparen la demanda por daños y perjuicios; que quede claro que esto no quedará impune.
Ruiz asiente y enumera abogados, peritos, recursos. La logística legal me calma como quien afila un arma: cada paso previsto, cada puerta cerrada.