Capítulo LXIII
Maximiliano
Ha pasado un año desde el desfalco que casi destruye mi vida. Un año en el que todo lo que creía firme se desmoronó, y en el que Máximo movió sus piezas mejor que yo: desapareció con el dinero, con mi reputación y con cualquier posibilidad de limpiar mi nombre.
Yo sigo aquí, en esta oficina que ya no me reconoce. Me levanto de la silla, harto de los mismos correos, las mismas amenazas veladas, las mismas “sugerencias” del consejo para que renuncie. Camino hasta el minibar y tomo un vaso.
El whisky ámbar cae dentro como si marcara el tiempo que he pasado hundido en este infierno.
Solo de pensarlo me hierve la sangre.
Aprieto el vaso con fuerza y el cristal cruje como si compartiera mi rabia contenida.
Respiro hondo. No sirve de nada perder el control, pero es lo único que me queda. Máximo se llevó el dinero, sí… pero también mi nombre, mi poder, mi lugar.
Y lo peor es que todos creen que yo estuve detrás del robo.
Justo cuando me preparo para beber, la puerta