–Buenos días solecito – me saluda Oscar desde la barra mientras yo abro los ojos y me adapto a la luz del sol que entra por las ventanas.
–¿Por qué estás despierto? – refunfuño.
–Porque tengo que trabajar – explica.
–¡Ah si! Se me olvidaba – vuelvo a tirarme en el sofá y me cubro los ojos con la cobija que me prestó anoche.
–Yo tengo que trabajar, tú por otra parte, puedes quedarte durmiendo todo el dia, hoy te voy a consentir como te lo mereces – Oscar me trae café, pan, huevos revueltos y tocino a la mesita de centro de la sala, para que asi yo no tenga que ponerme en pie.
–No estoy invalida – le recuerdo.
–Lo sé, pero no quiero que te esfuerces.
No sé que es peor, si la forma en que mi madre me trata como si mis sentimientos no fueran importantes, o ver a Oscar tratá