--- Ana Teyssier ---
Me despierto con los primeros rayos del sol, los fuertes brazos de Dominik están rodeándome. Por primera vez en mucho tiempo, me siento tranquila, no siento como si estuviera haciendo algo mal, al sentir el calor que emana su cuerpo, me siento en paz.
Él, al sentir que despierto, me gira y me da un beso; al final, la ropa nos estorbó y ahora estamos piel con piel, rogando que nadie nos haya escuchado, o al menos, rogando que nadie nos diga nada.
- ¡Buenos días, cielo!
- ¡Hola, amor! ¡Buenos días!
Él aprieta mi cintura, me mira y sonríe.
- ¿Me dijiste amor?
- Sí, ¿Por qué la duda?
- Nunca me habías dicho así… - Dice él con evidente sorpresa.
- Pues acostúmbrate, de ahora en adelante tú serás mi único amor… - Digo con toda la sinceridad y tranquilidad posible.
- ¡No sabes cuál feliz me haces! – Dice mientras me pone debajo de él y me da un apasionado beso.
Puedo sentir cómo aquello que le dije lo emocionó y evidentemente está más que emocionado.
- ¡Oye…!