Céline entró al salón principal de la sede del Grupo Valtieri con paso firme y vestido sobrio. Aún no usaba tacones altos ni joyas imponentes. No necesitaba recordarle a nadie quién era. Su sola presencia bastaba. Clarisse, su madre, la recibió con un leve asentimiento desde el extremo de la mesa, y Delmont le ofreció la silla habitual. Ella agradeció, pero prefirió ocupar un asiento lateral. Matthias Corven ya estaba presente. Como representante de Dermatec, la firma que primero respaldó el plan de rescate, tenía un lugar legítimo en la mesa de socios. La miró con una mezcla de orgullo y algo más silencioso que no se atrevía a nombrar.
Era el reporte anual.
Hace un año, la sala había estado marcada por la tensión: rumores de quiebra, activos congelados, una familia en caída libre. Hoy, la atmósfera era otra. Más de uno sonreía al hablar de cifras en verde, de expansión en nuevos mercados, de la reactivación del ala de investigación.
—El Grupo ha sobrevivido —dijo uno de los invers