La carta llegó sin sello, sin membrete, sin advertencia. Alina la encontró en el buzón exterior de la villa, sellada dentro de un sobre blanco común. El nombre del remitente no les sonaba familiar. Pero el contenido sí.
Kilian abrió el pliego con dedos tensos, como si ya supiera que el papel traía un peligro distinto al mar.
—Es de Dorian —dijo tras leer las primeras líneas. Su voz apenas un susurro. Alina se acercó, leyó por encima de su hombro.
“Sebastián, Alina:
Si están leyendo esto, es porque ya he tenido que desaparecer por segunda vez. La abogada de Céline, Leona, ha comenzado a rastrear mis movimientos más recientes. No me sorprende: esa mujer es más tenaz de lo que aparenta.
Han puesto mi nombre en una investigación activa por las ventas realizadas durante los últimos días de Kilian Valtieri. Las propiedades transferidas, las cuentas cerradas, los traspasos con firmas dobles… todo se está mirando con lupa. Las autoridades suizas, además, ya emitieron una alerta internaci