Despertó sola.
Por un segundo, el instinto le hizo buscar con la mano a su lado. Pero la cama estaba fría.
Kilian no había vuelto a la habitación.
Se quedó quieta. Miró el techo un momento y luego se giró sobre sí misma, quedando frente al lado vacío del colchón. Apoyó los dedos en la almohada que aún guardaba el aroma de él.
Ese aroma.
A pesar de todo, su cuerpo lo recordaba. Lo deseaba. Maldita biología.
Se deslizó bajo las sábanas, más por necesidad de sí misma que por él. Cerró los ojos. Su mano bajó lentamente, como si tratara de borrar el vacío que él había dejado. No lo necesitaba para esto. No ahora.
Sus dedos se movieron con precisión, buscando ese punto donde el placer opacaba la nostalgia. Un gemido suave escapó de su boca, apenas un suspiro cargado de deseo contenido.
Y entonces, la puerta se abrió.
Céline no se dio cuenta al principio, pero luego sintió su presencia. Kilian estaba allí. De pie. Mirándola. Con la camisa arrugada, los ojos oscuros y algo sal