La tarde en Kalliste se deslizaba con lentitud.
Sebastián regresó caminando desde la marina, con la camisa pegada a la piel por la brisa húmeda y el olor a sal en los brazos. Acababa de dar una clase con turistas canadienses, niños incluidos, y había sonreído tanto que le dolía la cara. Una máscara más.
Dejó las llaves sobre la encimera, abrió una cerveza sin mirar la marca, y se desplomó en el sofá de la villa. El silencio era espeso. Solo se escuchaba el zumbido de los ventiladores y las gaviotas lejanas.
No tenía ganas de pensar. Ni de comer. Ni de existir demasiado. Así que encendió la televisión por inercia, esperando ruido… pero encontró a Céline.
Brillaba.
Su imagen dominaba el encuadre en un especial sobre el éxito de CeVive, su nueva marca de cuidado facial orgánico y fragancias. La presentadora detallaba el evento de lanzamiento, con invitados internacionales, un discurso conmovedor y una recepción impecable en el corazón de Belvaronne. Céline Valtieri aparecía elegante