El primer sonido que Céline percibió fue el zumbido tenue del aire acondicionado. Luego, el crujido suave de una silla moviéndose. Y finalmente, una respiración. Profunda. Familiar.
Abrió los ojos con lentitud. Reconoció el diseño discreto del hotel, el aroma tenue a madera pulida. Estaba de vuelta en la habitación. Afuera, las persianas apenas dejaban filtrar la luz del amanecer.
A su lado, Matthias la observaba en silencio. Había pasado toda la noche sentado en una silla, sin moverse más de lo necesario, cuidándola.
—Estás despierta —susurró, acercándose.
Ella intentó incorporarse, pero el peso en su pecho era demasiado.
—Tranquila. No te esfuerces —dijo él, ayudándola con cuidado a recostarse mejor.
Céline sintió el sudor frío aún pegado a su nuca. Todo volvió en ráfagas desordenadas: la caminata al muelle, la confrontación con Kilian, el arresto... y Elías.
—¿Qué pasó ? —preguntó, con voz débil.
—Te desmayaste —respondió Matthias—. Fue un colapso, tuviste un ataque