—¡A mí qué m****a me importa lo que explique, me mochó el pelo! —dije, cogiéndome el pedazo de cabello que reventé.
No era mucho, pero sí lo suficiente para doler.
Me había quedado justo encima de los hombros.
Él me miró asombrado —quizá por la grosería, o por mi total desinterés en la situación—.
Yo estaba furiosa.
«¿Cómo mierdas se había enredado tanto pelo en un botón de pantalón?»
—Como no quiere que reaccione así, vuelva a usar ese pantalón en mi presencia y se lo rompo, ushshsh.
Él no pudo evitar volver a reírse.
La situación era estúpida, pero me dolía.
Y ahora, por el poco contexto que entendí, sabía que me estaban insultando.
Iba a volver a preguntar, cuando regresó Francesca con las tijeras.
Ella le ayudó a quitar el enredo mientras yo lamentaba la pérdida de mi mechón.
Me sentía como Rapunzel cuando le cortan el cabello.
Cuando terminó, me mostraron el mechón enredado.
—Non ti preoccupare, i capelli crescono velocemente —dijo Francesca.
—Que el cabello crece rápido —tr