Capítulo 83. La ciudad cercada
Dante
Las calles del puerto todavía huelen a humo. No es casualidad. Es estrategia. Los Ferretti y los Mancini saben cómo apretar el aire hasta que respira por nosotros. Hoy nos toca interceptar un convoy de armas que, si llega a destino, le dará a Montelli una carta más grande de la que podemos tolerar.
Salvatore va delante conmigo en la camioneta sin marcas. Raffaele maneja otro vehículo, con Enzo en la torreta improvisada. Alejandro habla por radio desde la casa segura, controlando la frecuencia de los muelles. Valeria, en la sombra, filtra datos en tiempo real.
El convoy pertenece a los Ferretti y los Mancini. No es Paolo. Él prefiere papeles, firmas, nombres en periódicos. Ellos no. Ellos mandan armas y hombres. Ellos quieren matarnos.
—Dos camiones, tres furgones pequeños detrás —informa Alejandro al oído—. Avanzan por la ruta de San Giorgio. En veinte minutos cruzan la rotonda del mercado.
—Copiado —respondo—. Los bloqueamos en el mercado.
El plan es simple: cerrarlos en un pun