Kael.
Celeste me dio un puñetazo en la mano. Su fuerza había aumentado considerablemente, que incluso logró sacar un quejido de mi parte.
Al escucharme, sus ojos se abrieron con grata sorpresa. Últimamente estaba pegando más fuerte, y ya no me gustaba tanto ser su saco de boxeo personal.
—¿Acabas de quejarte? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Lo que oíste —sonreí de lado—. Tendré que comprarte un saco de boxeo, Celeste. Ya no estoy aguantando tus golpes —resoplé, con una mano en la cintura.
Ella chilló de emoción.
—¡Sabes muy bien lo que significa eso! —exclamó, dando varias vueltas como una niña—. ¿Verdad?
—No.
Mi voz salió cortante, apagando ese brillo que apareció en sus ojos. Ella había crecido en fuerza, pero todavía no estaba lista para enfrentarse a un alfa poseído por un demonio.
—¿No? —repitió, con esa pizca de decepción.
—Tal vez superas a Elise, pero a Luther no. Él es mucho más fuerte que cuando acabó con tus padres, Celeste… y si quieres ganar, tendrás qu