Celeste.
Después de comer, mi panza estaba llena y casi explotaba. Nos fuimos del comedor para darle un tour por el pueblo a Marcus.
—Y acá está la enfermería, donde los sanadores mayormente hacen sus trabajos e incluso le dan clases a los adolescentes —explicó Marcela, señalando la cabaña.
—También tenemos un campo de entrenamiento, queda un poco alejado del pueblo —intervine, queriendo apoyar en la conversación.
—Es maravilloso cómo en un simple pueblo lograron construir diversos lugares necesarios como si fueran un pequeño país —comentó, intrigado por cada detalle.
—Así funcionan las manadas.
—Vi muchas películas, y jamás me imaginé algo así… —Se detuvo para mirar a Marcela a los ojos y le agarró las manos—. Ahora me doy cuenta que cada día aprendo algo nuevo de ti.
«Se conocen desde hace pocas semanas, ¿qué dices?» pensé.
—Aww, Marcus —se sonrojó, le pinchó la nariz—. Eres un hombre ejemplar. Yo lo único que deseo es que la diosa nos empareje y podamos estar tranquilos.
—