Celeste.
Desperté con un dolor de cuello tremendo porque me había quedado dormida en la silla de la enfermería, apoyando la cabeza sobre la camilla de Kael.
Él seguía desmayado desde el día anterior, y me preocupaba que nunca más fuera a despertar. Me quedé toda la noche a su lado por la luna llena, él no merecía sufrir más.
Lo miré con aflicción. Esas largas pestañas lo hacían ver atractivo, y su cabello largo estaba mejor cuidado que el mío. Cuando iba a tomar su mano, me asusté porque abrió los ojos poco a poco.
—¡Kael! —Subí medio cuerpo sobre la camilla para darle un abrazo—. ¡Creí que nunca ibas a despertar!
Empecé a llorar, dejé escapar ese nudo que se formó en mi garganta y mi voz salió en un hilo. Tenía mucho miedo de perderlo, porque mi corazón no dejaba de latir por él.
Necesitaba a Kael. Ya me había acostumbrado a su presencia.
Mis muñecas lo único que tenían eran unas vendas alrededor por el forcejeo que hice cuando estaba atada. Él lo notó, lo primero que agarró f