Celeste. Ya íbamos a ir a la ciudad y Kael no me soltaba. Su abrazo me hacía sentir segura, como si tuviera una manta protectora gracias a él. —¿Todo el día, Kael? —intervino Marcela, viéndonos con una mano en la cintura—. Se nos hará tarde. Tenemos que llegar a la ciudad para mañana —Vio su celular. —Dame un minuto más —pidió Kael, inhalando mi cabello. Agarró mis mejillas con la palma de sus manos y me besó la frente, la nariz, las mejillas y por último la boca. Kael había cambiado muchísimo desde que lo conocí. Gracias a nuestra relación, se volvió más cariñoso conmigo y seguramente le dolería separarse de mí. El lado bueno era que la próxima luna llena sería en tres días y sí me daría tiempo de llegar a sus brazos para evitar lo peor. —No puedo creer que me hayas puesto a Oliver de niñero —refutó la pelirroja, mirándolo de pies a cabeza—. ¿Estás bien con eso? —Le preguntó a Oliver. Él simplemente se encogió de hombros, sin mostrar ninguna expresión. Kael me había dicho que
Celeste. ***¿Dónde estaba? No podía ver nada por mucho que lo intentara. Recordé que me fui a dormir en la tienda de campaña y la iluminación de la fogata hacía imposible que se viera tanta oscuridad. Además, yo estaba de pie. Busqué con mis manos algún interruptor, y pronto me percaté que cuatro paredes me rodeaban en una pequeña habitación. Una luz extraña me cegó. Era blanca y se veía a lo lejos, como si pudiera traspasar la pared. Esa luz pronto llegó a mí, no lograba abrir los ojos por completo. —¿Kael? —lo llamé. No sé por qué creí que sería él. Una explosión de claridad me asustó y caí de culo en el suelo. Cuando me levanté y abrí los ojos, la habitación estaba vacía, ni un solo objeto la decoraba. —Celeste… Un escalofrío recorrió mi nuca al escuchar esa voz. Creí que jamás soñaría con ella, y eso que le rogaba a la diosa Luna para volver a verlos aunque sea en un recuerdo en mi cabeza al dormir. —¿M-mamá? —balbuceé, con un nudo en la garganta. Quise llorar. Mi cora
Celeste. Llegamos a la cafetería mucho antes que Marcus y nos sentamos en una mesa, solo pedimos agua para esperar. Las paredes rosadas le daban un toque dulce al lugar, y habían plantas en varios espacios que nos hacían sentir en un ambiente natural. Por mi mente no dejaba de pasar el sueño que tuve y mis compañeros notaron lo distraída que estuve durante el resto del camino. —Celeste, sé que te pasa algo —habló la pelirroja, alzando una ceja—. ¿Extrañas mucho a Kael? Porque desde que te despertaste, andas extraña. —Marcela tiene razón. Te distraes fácilmente y eso no es normal en ti —apoyó Oliver, cruzado de brazos—. ¿No quieres estar aquí? —¡No es eso! —Sacudí ambas manos—. La verdad es que hay algo que no deja de dar vueltas en mi cabeza. Y sé que si lo cuento, me verán como una loca. Marcela se mofó. —Amiga, ambas sabemos que aquí el más loco es Oliver por haber aceptado ser la lámpara en nuestra cita doble —bromeó, mirándolo con desprecio—. Tranquila, no vamos a juzgarte,
Celeste. Cuando llegamos al pueblo, pregunté por Kael y me dijeron que estaba ocupado atendiendo unos asuntos importantes, así que fui directo a la habitación para tomar una ducha, ya que mi cuerpo estaba todo sudado y olía horrible. Me quité la ropa antes de entrar al baño, y me vi al espejo colgado en la pared sobre el lavamanos. Mi cuerpo no era envidiable, pero Kael me trataba como si fuera una jodida diosa. Era raro que no estuviera esperándome, pues esa noche habría luna llena y eran las cinco de la tarde, faltaba poco para el anochecer. Me tenía ansiosa la espera. Abrí la regadera y el agua recorrió cada parte de mi piel, empezando desde mi cabello lleno de hojas y barro. Me eché el champú con suavidad, dejando que hiciera espuma. —Esto es una delicia —dije, en un suspiro. Podía escoger si salía agua caliente o fría. Al quitarme la espuma, di un brinco hacia atrás hasta pegarme de la pared cuando escuché que abrieron la puerta del baño. —¡¿Quién es?! —grité, cubriendo m
Celeste. La luna del alfa siempre era vista como una mujer poderosa y sabia, así veía yo a mi madre. Me enamoré de un hombre fuerte y seguro de sí mismo, no tuve que esperar el vínculo de la diosa para saber que él sería mi mate. Iba a convertirme en la próxima luna en el futuro, a mis padres no les importó el poco poder que la diosa me otorgó. Nací siendo una omega, y mi fuerza nunca aumentó. El día de mi boda, llegué al altar sola, porque mi padre no aparecía por ningún lado. Se suponía que sería mi noche, pero terminó convirtiéndose en un completo infierno. —¿Cuánto más va a tardar? —preguntó el oficiante, moviendo el pie con impaciencia. Lo normal era que el novio estuviera en el altar mucho antes que la novia, sin embargo, me pasó al revés. Luther no aparecía, y tampoco vi a mi familia por mucho que buscara entre el público. —Lo siento, tal vez tuvo un pequeño inconveniente —reí con nervios. Dejé el ramo de flores a un lado. Recordé que mi madre salió de mi habitación cua
Celeste. Me desperté somnolienta y con un dolor punzante en el costado de mi torso. Cuando abrí los ojos, tenía varias vendas cubriendo mis heridas y me encontraba en una habitación desconocida. Las paredes eran de un color café puro, casi idéntico al tronco de un árbol. Las sábanas blancas cubrían mi cuerpo y una alfombra adornaba el centro de la habitación.De pronto, escuché voces detrás de la puerta. —¿Qué te he dicho de traer forasteros al pueblo? —cuestionó un hombre, parecía estar regañando a otro. —Estábamos explorando y la encontré gravemente herida. Sabes muy bien que ayudo con mi poder a todo el que puedo, sin importar de qué manada provenga —respondió una voz masculina más juvenil—. Además, llevaba un vestido de novia. Recién me di cuenta de que me cambiaron de ropa. Mis mejillas ardieron porque las únicas voces que escuchaba provenían de dos hombres. ¿Me habrán…?Negué con la cabeza. —Da igual, Damián. Sea mujer o hombre, está prohibido traer desconocidos a esta ma
Celeste. Después de haber superado a los guardias, tuve que esconderme en un armario lleno de productos de limpieza al ver que habían más vigilantes dentro del hogar. Sería difícil encontrar a Kael, y mucho más porque no tenía idea de cuál era su habitación, habiendo tantas… —¿Dónde están los imbéciles que deben cubrir la puerta principal? Son unos idiotas —masculló uno que parecía ser el líder, pues llevaba un traje diferente al de los hombres que engañé. Mi respiración se volvió lenta y pesada, porque apenas tenía visibilidad entre las rendijas del armario. Apreté los labios, nerviosa. —No lo sé, pero esto les va a salir caro —respondió otro. —Cuando regresen, despídelos. Es sumamente importante que nadie entre a este lugar en noches de luna llena —enfatizó la palabra “nadie”—. Es una orden de Kael. —Lo sé, jefe —Hizo una pose tipo militar—. Es la primera vez que pasa algo así. Me aseguraré de corregirlos. —Bien. Mordí mi labio, estuve a punto de romperlo cuando por fin se
Celeste. Después de un largo rato acostados en el suelo y abrazados, Kael por fin se levantó. Estaba sin camisa, mostrando su abdomen marcado y un pecho firme. El pantalón lo tenía rasgado, casi se le notaba el bóxer. Se asomó por la ventana y todavía era de noche, la luna apenas visible iluminó más la habitación. —Esto no debería de estar pasando —habló, cerrando de nuevo las cortinas—. ¿Por qué viniste hasta aquí? ¿Cómo supiste dónde encontrarme? Se cruzó de brazos, apoyando un pie sobre la pared. Mi corazón por fin se tranquilizó al ver que no quería matarme como lo sentí anteriormente. —Necesitaba hablar contigo y no tenía idea de que estarías justo en esta habitación transformado en una bestia salvaje —dije, con ironía—. ¿Qué fue eso? Porque hace un momento querías matarme. Su comportamiento inusual me aterraba. Kael dio unos pasos hacia delante y me extendió su mano, yo seguía sentada en el suelo. La tomé y me ayudó a levantarme. —Toma asiento —ordenó. La habitación est