Celeste. Me encontraba caminando por los alrededores del pueblo con Kael, comprobando que la manada estuviera bien. —Sabes, no he dejado de pensar en la cara que puso Elise —Rompí el silencio, con ambas manos detrás de mi espalda.—Los dejaste sin habla a los dos. El lado bueno es que no volverán a molestar, porque Luther sabe quién de los dos es más fuerte… —comentó Kael, con una sonrisa de lado. Lo miré de reojo, divertida. —Literalmente solo vinieron para enterarse que su principal enemiga está viva —me reí—. Soy la única de los DarkMoon que sabe la verdad. Me habías dicho antes que ellos me culpan de la muerte de mis padres, ¿no? —Así es. Le hicieron creer a todos que tú fuiste la culpable y por eso huiste —resopló, con la vista fija en el frente—. Probablemente ahora te ven como una posible amenaza. —No creo. —Lo que me molesta es que Luther se haya quedado boquiabierto contigo —masculló, apretando los puños—. Cuántas ganas tuve de darle un puñetazo. Agarré a Kael del bra
Kael. Apoyé una mano sobre el escritorio de mi oficina, y con la otra acomodé el celular en mi oreja. —Cuéntame, ¿cómo va todo? —pregunté, curioso por saber. Jack estaba al otro lado de la línea. Siempre me hablaba de lo bien que le iba al bar, y que gracias a mí, él ha podido darle lujos a su familia. —Kael, como te digo cada vez que me llamas, las ventas van de maravilla —comentó, sonaba un poco ronco—. Muchísimas mujeres quieren trabajar aquí porque saben lo bien que pagamos, pero ya todos los cargos están llenos. Habrá que expandir el lugar si queremos contratar a más bailarinas. —Haz lo que sea necesario para mantener el negocio estable —ordené, no me importaba invertir una gran cantidad de dinero en el bar—. Últimamente me has mandado más dinero de lo que acordamos. —Es porque gracias a la temporada alta, hemos estado a tope —expresó, en un resoplido cansado.—Lo bueno es que puedo pagarles mejor a los trabajadores del pueblo —murmuré, mordiéndome una uña—. Trataré de ir u
Celeste. —¡Toma esto, imbécil! —Golpeé fuertemente el pecho de Kael, y para mi suerte, retrocedió un paso. Abrí tanto los ojos como la boca de felicidad al haber movido a ese enorme monstruo. Di varios saltitos de emoción. —¡Lo logré! ¿Viste eso? Soy buenísima. No puedes negar que te moví de un golpe —Mostré el pequeño músculo de mi bíceps. Kael sonrió, estando de brazos cruzados. Lo pensó durante unos segundos y finalmente asintió, dándome la victoria. Yo estaba sudando por todos lados, eso no me importó, así que salté sobre sus brazos y rodeé su cintura con mis piernas. —Pronto serás incluso más fuerte que yo, cielito —Juntó su nariz con la mía.—Ese apodo me pone los pelos de punta —Me bajé luego de darle un corto beso—. Pero tienes razón. No te descuides o te superaré —Golpeé dos veces el aire. Ya me creía invencible y eso que sólo logré mover a Kael un centímetro. Me costó días de entrenamiento poder hacerlo sin que estuviera distraído. —¿No te gusta que te diga cielito?
Narrador. En lo más profundo del bosque, lejos de toda civilización, había una mansión que pertenecía a la reina vampira de un clan que se formó hace algunos años. Scarlet se mordió una uña con frustración al ver que su hija tardaba tanto en recuperarse, era la primera vez que la dañaron tanto. Pasaron semanas desde su reencuentro con Kael, y Samanta estaba inconsciente en una cama.—He gastado toda mi magia en ti, Samanta, no puedes morir o quedar en coma, te lo prohíbo —masculló, con los dientes chocando. Su hija adoptiva la escuchó por arte de magia. Después de semanas de esfuerzo para aumentar la regeneración en la loba, por fin despertó y la miró con el ceño fruncido, sin saber qué sucedió. Samanta despertó confundida, incluso explorando el lugar con sus ojos porque no recordaba muy bien su propia habitación. —¿Madre? —inquirió, le pesaban los ojos—. ¿Qué ha pasado? —¡¿Todavía tienes el descaro de preguntarme eso?! —Estaba furiosa porque Samanta actuó por su cuenta. Scarle
Celeste. La luna del alfa siempre era vista como una mujer poderosa y sabia, así veía yo a mi madre. Me enamoré de un hombre fuerte y seguro de sí mismo, no tuve que esperar el vínculo de la diosa para saber que él sería mi mate. Iba a convertirme en la próxima luna en el futuro, a mis padres no les importó el poco poder que la diosa me otorgó. Nací siendo una omega, y mi fuerza nunca aumentó. El día de mi boda, llegué al altar sola, porque mi padre no aparecía por ningún lado. Se suponía que sería mi noche, pero terminó convirtiéndose en un completo infierno. —¿Cuánto más va a tardar? —preguntó el oficiante, moviendo el pie con impaciencia. Lo normal era que el novio estuviera en el altar mucho antes que la novia, sin embargo, me pasó al revés. Luther no aparecía, y tampoco vi a mi familia por mucho que buscara entre el público. —Lo siento, tal vez tuvo un pequeño inconveniente —reí con nervios. Dejé el ramo de flores a un lado. Recordé que mi madre salió de mi habitación cua
Celeste. Me desperté somnolienta y con un dolor punzante en el costado de mi torso. Cuando abrí los ojos, tenía varias vendas cubriendo mis heridas y me encontraba en una habitación desconocida. Las paredes eran de un color café puro, casi idéntico al tronco de un árbol. Las sábanas blancas cubrían mi cuerpo y una alfombra adornaba el centro de la habitación.De pronto, escuché voces detrás de la puerta. —¿Qué te he dicho de traer forasteros al pueblo? —cuestionó un hombre, parecía estar regañando a otro. —Estábamos explorando y la encontré gravemente herida. Sabes muy bien que ayudo con mi poder a todo el que puedo, sin importar de qué manada provenga —respondió una voz masculina más juvenil—. Además, llevaba un vestido de novia. Recién me di cuenta de que me cambiaron de ropa. Mis mejillas ardieron porque las únicas voces que escuchaba provenían de dos hombres. ¿Me habrán…?Negué con la cabeza. —Da igual, Damián. Sea mujer o hombre, está prohibido traer desconocidos a esta ma
Celeste. Después de haber superado a los guardias, tuve que esconderme en un armario lleno de productos de limpieza al ver que habían más vigilantes dentro del hogar. Sería difícil encontrar a Kael, y mucho más porque no tenía idea de cuál era su habitación, habiendo tantas… —¿Dónde están los imbéciles que deben cubrir la puerta principal? Son unos idiotas —masculló uno que parecía ser el líder, pues llevaba un traje diferente al de los hombres que engañé. Mi respiración se volvió lenta y pesada, porque apenas tenía visibilidad entre las rendijas del armario. Apreté los labios, nerviosa. —No lo sé, pero esto les va a salir caro —respondió otro. —Cuando regresen, despídelos. Es sumamente importante que nadie entre a este lugar en noches de luna llena —enfatizó la palabra “nadie”—. Es una orden de Kael. —Lo sé, jefe —Hizo una pose tipo militar—. Es la primera vez que pasa algo así. Me aseguraré de corregirlos. —Bien. Mordí mi labio, estuve a punto de romperlo cuando por fin se
Celeste. Después de un largo rato acostados en el suelo y abrazados, Kael por fin se levantó. Estaba sin camisa, mostrando su abdomen marcado y un pecho firme. El pantalón lo tenía rasgado, casi se le notaba el bóxer. Se asomó por la ventana y todavía era de noche, la luna apenas visible iluminó más la habitación. —Esto no debería de estar pasando —habló, cerrando de nuevo las cortinas—. ¿Por qué viniste hasta aquí? ¿Cómo supiste dónde encontrarme? Se cruzó de brazos, apoyando un pie sobre la pared. Mi corazón por fin se tranquilizó al ver que no quería matarme como lo sentí anteriormente. —Necesitaba hablar contigo y no tenía idea de que estarías justo en esta habitación transformado en una bestia salvaje —dije, con ironía—. ¿Qué fue eso? Porque hace un momento querías matarme. Su comportamiento inusual me aterraba. Kael dio unos pasos hacia delante y me extendió su mano, yo seguía sentada en el suelo. La tomé y me ayudó a levantarme. —Toma asiento —ordenó. La habitación est