La noche se había apoderado de la ciudad, y un silencio inquietante envolvía la casa de los Barut. Jason estaba sentado en el sofá, su mente ocupada con pensamientos oscuros y preocupaciones que lo mantenían alerta. Eva, frente a él, observaba cómo su expresión cambiaba de relajada a tensa en cuestión de segundos. Algo estaba ocurriendo, y ella podía sentirlo en el aire.De repente, su teléfono sonó, rompiendo el silencio. Jason miró la pantalla, y su rostro se tornó serio. Se levantó rápidamente, alejándose un poco para atender la llamada. Eva sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La inquietud se apoderó de ella al ver su expresión preocupada.— ¿Qué pasa? — preguntó Eva, acercándose a él en cuanto colgó.Jason la miró, su mirada grave y llena de preocupación.— Penélope está hospitalizada — dijo, su voz tensa.El corazón de Eva se detuvo por un instante. — ¿Qué? ¿Qué le pasó? — preguntó, su voz temblando de ansiedad.— Tiene una contusión en la cabeza, y... — Jason vaciló
Al salir al pasillo, las luces del hospital parpadeaban de manera tenue, y Eva sintió que el aire se volvía más pesado. La angustia por Gabriel y el dolor por la pérdida de Francisca la abrumaban, y sabía que debía ser fuerte. Eva respiró hondo antes de abrir la puerta de la habitación del hospital. El aire estaba impregnado de un olor a desinfectante, y un silencio inquietante la envolvía. Al entrar, su corazón se detuvo por un instante al ver a Penélope acostada en la cama, pálida como la luna, con un hematoma oscuro que contrastaba con lo blanco de su piel. La imagen era desgarradora, y un nudo se formó en su garganta. Penélope levantó la vista y, a pesar de su estado, le sonrió débilmente. — Lo siento por irme sin avisar — dijo, su voz un susurro, pero lleno de sinceridad. Eva sintió cómo las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos. Se acercó a ella y la abrazó con fuerza, como si pudiera transferirle toda su energía. — Cuando me dijeron que estabas hospitalizada, me
Los días pasaron, y la vida en la mansión de los Montenegros se tornó más complicada. La pérdida de Francisca había dejado un vacío, y todos estaban lidiando con sus propios demonios. Eva y Gabriel se preparaban para su boda, pero la sombra del pasado seguía acechando.Un día, mientras organizaban los detalles, Ben entró en la habitación, su expresión seria.— Señor, hay algo que deberías saber — dijo, su voz grave.Gabriel y Eva se miraron, sintiendo que la tensión aumentaba.— ¿Qué pasa? — preguntó Gabriel, su voz llena de preocupación.— La policía ha encontrado un cuerpo — dijo Ben, su mirada fija en Gabriel —. Hay una investigación en curso, y podrían necesitar tu testimonio. Sospechan que se trata de la señorita Leonarda.Eva sintió un escalofrío recorrer su espalda. La situación se complicaba aún más.— ¿Qué significa eso? — preguntó Gabriel, su voz tensa —. ¿Leonarda muerta?— Significa que tendrás que enfrentar a la policía, y todo lo que eso conlleva. Quieren que hab
Tres meses pasaron desde aquel día trágico, y la vida comenzó a acomodarse en su nuevo orden. Finalmente, la boda de Gabriel y Eva se celebraría en un lujoso hotel, rodeado de jardines exuberantes llenos de flores. La decoración era exquisita, digna de la realeza, y Eva no podía evitar sentirse abrumada por la belleza que la rodeaba.El día de su boda, Eva se miró en el espejo, admirando el vestido bordado con piedras que llevaba puesto. Era un diseño elegante que acentuaba su figura y la hacía sentir como una reina. Su cabello estaba recogido en un peinado que realzaba su belleza, y el maquillaje era sutil, pero suficiente para hacerla brillar. Sin embargo, la ansiedad la invadía.— ¿Y si tropiezo mientras camino? — preguntó, mirando a Penélope con un atisbo de preocupación en sus ojos.— No tropezarás — respondió Penélope, sonriendo con confianza —. Estás lista para esto.— ¿Y si me deja plantada...? — dijo Eva, sintiendo que su corazón se aceleraba aún más.Penélope la miró, c
La música aún vibraba en las paredes del gran salón, donde luces cálidas bailaban entre cristales, copas alzadas y risas sinceras. La boda de Eva y Gabriel era un verdadero espectáculo de alegría, y todos los invitados parecían haberse dejado llevar por el entusiasmo, la dicha colectiva, ese sentimiento de que el amor aún tenía un lugar sagrado en medio del caos del mundo.Penélope había bailado con algunos amigos, había brindado con champaña, había reído. Pero había algo más en el aire esa noche, un cosquilleo invisible que se colaba bajo su piel cada vez que su mirada se cruzaba con la de Gael, ese hombre que había aparecido en su vida como una tormenta: intensa, peligrosa y hermosa.Y ahora, en medio de esa euforia compartida, Gael la tomó de la mano. No dijo nada. Solo entrelazó sus dedos con los de ella, y la arrastró suavemente entre la multitud, por un pasillo lateral, hacia un lugar más tranquilo. Penélope no se resistió. Sentía que su corazón latía con fuerza, con prisa, como
El salón estaba encendido de alegría. Las luces resplandecían como estrellas cercanas, los murmullos se entrelazaban con risas, y la música aún mantenía viva la euforia del momento. Eva y Gabriel danzaban como dos enamorados recién nacidos, y los invitados seguían brindando por el amor, por la familia, por todo aquello que daba sentido a la vida.Pero entonces, la atmósfera vibró de una manera distinta.Gael entró al salón de la mano de Penélope. Ella tenía el cabello algo revuelto, los labios aún ligeramente hinchados por los besos, y en su dedo, una sortija nueva brillaba con descaro. Él caminaba erguido, seguro, con esa mezcla de determinación y ternura que lo volvía irresistible.Algunos invitados notaron el cambio en el aire y se giraron hacia ellos. La sonrisa de Penélope era abierta, vulnerable y orgullosa. Gael, por su parte, la miraba como si caminara al lado de la reina del mundo.— Disculpen… — dijo Gael alzando un poco la voz. La música bajó suavemente.Todos se giraron ha
Al día siguiente, el sol se filtró por las cortinas con una delicadeza de cuento. Eva y Gabriel empacaban sus maletas en silencio, sonriendo de vez en cuando al recordar la noche anterior.Los amigos les dieron una despedida ruidosa, entre abrazos, consejos irreverentes y promesas de mantenerse en contacto mientras ellos se perdían del mapa por unos días.Al subir al auto que los llevaría al aeropuerto, Eva apoyó la cabeza en el hombro de Gabriel.— ¿A dónde me llevas, eh?— A un lugar donde no necesites ropa, ni zapatos… — susurró él en su oído —. Solo ganas de seguir pecando conmigo.— Dios… — rió ella, besándolo —. No vas a darme descanso, ¿verdad?— Ni un poco. Después de anoche, quiero más. Quiero cada centímetro de ti, Eva. En la arena, en el agua, en la cama… donde sea. Pero contigo.Eva sonrió, cerrando los ojos mientras el auto se alejaba.La luna de miel apenas comenzaba.Y los días por venir prometían más fuego, más amor… y un infierno de dulzura.Una semana después…La bri
— Dime que me deseas, Eva — susurró Jason contra su piel, sus labios recorriendo su cuello con una mezcla de urgencia y posesión.— Te deseo, Jason... — susurró ella, sintiendo su cuerpo arder bajo su tacto.Era un amor secreto, un amor prohibido. Dos años de encuentros furtivos, de noches de pasión en habitaciones de hotel, de promesas susurradas en la penumbra. Dos años esperando que él finalmente la presentara a su familia. Pero eso nunca pasó.Y ahora entendía por qué.La oficina de Jason Barut era un reflejo de su poder: elegante, impecable, con ventanales que daban a la ciudad como si fuera su dueño. Ahí, en ese mundo de cristal y acero, Eva Martín había sido su sombra por dos años.Dos años siendo su asistente, su amante en la oscuridad, su secreto mejor guardado.Se ajustó la blusa color perla y echó un vistazo rápido a su reflejo en el espejo del ascensor. Ojos grandes, labios temblorosos. Se veía como lo que era: una mujer enamorada que, contra toda lógica, seguía creyendo e