El aire en la habitación se había vuelto denso, cargado de una tensión palpable que vibraba entre ellos como una cuerda de arpa a punto de romperse. Las palabras de Damián, ese gruñido grave y posesivo, resonaron en el silencio previo al contacto, hiriendo como un arañazo en la piel sensible de Isolde. No había súplica en su voz, solo una certeza brutal, un reclamo ancestral que parecía emanar de lo más profundo de su ser.Y entonces, la tomó.No fue una caricia, ni una invitación suave. Fue una posesión calculada, una invasión lenta y deliberada que incendió cada terminación nerviosa de Isolde. Cada centímetro de su avance fue una declaración tácita, una promesa oscura tejida en la fricción de sus cuerpos. Sus ojos oscuros, intensos, no abandonaron los de ella ni por un instante. Necesitaba ser testigo de su rendición, sentir la forma en que su cuerpo se abría a él, la aceptación silenciosa que florecía a pesar del torbellino de emociones que la embargaba.Un escalofrío recorrió la e
El aire en el vestíbulo era un muro invisible, una presión asfixiante que dificultaba la respiración. La tensión vibraba en cada mota de polvo danzando en la escasa luz, lista para estallar en una violencia sin cuartel. La luz del atardecer, filtrándose a través de los altos ventanales, teñía las paredes de un rojo ominoso, como si la sangre de batallas pasadas se negara a desaparecer, presagiando la furia desatada que estaba a punto de inundar el salón.Damián, una estatua de músculos tensos como cuerdas de arco, apretaba los puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos hueso, la piel estirándose dolorosamente. Su pecho era un fuelle agitado por la tormenta interior, cada inhalación un temblor contenido, cada exhalación un gruñido silencioso. Sus ojos, normalmente de un castaño profundo y cálido, ahora eran dos pozos de ámbar puro, la mirada salvaje y posesiva de su lobo ancestral buscando una presa a la que marcar y reclamar.Frente a él, Raven, permanecía firme como un roble az
Raven se pasó una mano por la mandíbula, limpiando el rastro cálido de sangre que le corría por el corte. El sabor metálico aún le ardía en la lengua. Alzó la mirada y la cruzó con la de Damián. No hacía falta decir nada. Ambos sabían que eso no había terminado. Solo se habían detenido... por ahora.Rowan, con esa timidez dolorosa que solo tienen los niños cuando el mundo de los adultos se desmorona frente a ellos, se acercó a su padre. Buscó su mano con la suya, tan pequeña, y la apretó con fuerza, como si pudiera sujetarlo al presente.Damián bajó la mirada. En esos ojos plateados encontró la única calma que le quedaba.—No seas así, papá… por favor.— suplicó el cachorro.Cerró los ojos. Respiró hondo, profundo, como si ese aliento fuera lo único que lo separaba del colapso. Trataba de encerrar al lobo dentro, de encadenar la rabia antes de que escapara. No dio un paso más. No gruñó. Pero el temblor en sus hombros hablaba por él: seguía al límite.El vestíbulo quedó en un silencio t
Raven con el pelaje erizado en el cuello, avanzó un paso, sus ojos oscuros centelleando con una furia apenas contenida hacia Evelyn. —¡La verdad! —espetó con un gruñido cargado de desdén—. ¿Qué clase de verdad puede salir de esa lengua viperina, traidora? Intentaste arrebatarle su cachorro a Abigail. Por mí, deberías estar pudriéndote en el pozo más profundo de este castillo, si no muerta y olvidada.Damián asintió con un rugido bajo y amenazante, su mirada ámbar clavada en Evelyn como si pudiera incinerarla con la intensidad de su odio. —Estoy de acuerdo con Raven. Tu sola presencia aquí es una afrenta, una mancha en este hogar. No tienes nada que decir que merezca ser escuchado.Evelyn soltó una risa amarga, el sonido áspero y carente de alegría. —¿Ven? —exclamó, girándose hacia Alexander y los demás lobos que observaban la tensa escena— Fui su concubina durante más de cinco largos años, compartí su lecho, le entregué mi cuerpo y mi lealtad… y ahora me habla como si fuera la últ
— ¿Qué estás diciendo, Evelyn? — rugió Damián, su voz teñida de una indignación forzada, sus ojos ámbar centelleando con una furia cuidadosamente actuada — ¡ Abigail es mi luna! — Evelyn, tus palabras son ponzoña destilada. — aseguró Raven— Abigail llegó para liberarles de su maldición ¿Cómo puedes, con tanta ligereza, convertirla en la artífice de todos nuestros males?Evelyn soltó una carcajada gélida, recorriendo con la mirada los rostros de Damián y Raven, sus ojos astutos detectaban la tensión apenas disimulada en sus posturas, el ligero temblor en sus mandíbulas tensas. Ella sabía que tejían una red de engaños, y esa certeza la impulsaba a redoblar su ataque. —¡Oh, por favor! ¿En serio esperáis que traguemos esa burda farsa? Abigail… o como realmente se llame… ¡es Isolde! La única superviviente del clan que hace cinco años ordenaste destruir, mi prima Isolde. — la acusó señalándola con el dedo — No vino aquí buscando un hogar, sino para infiltrarse, para manipularos y convert
— Cálmate, padre — la voz de Rowan, aunque seguía siendo infantil, resonó con una autoridad inesperada e impropia de su edad. Sus pequeños dedos se aferraron a la gran mano de Damián, y mientras lo hacía, una presión profunda, casi palpable, emanó de su cuerpo. Sus ojos plateados, profundos como pozos lunares, reflejaban una comprensión que helaba la sangre, como si pudiera leer hasta los rincones más oscuros de las almas presentes. — No empeores las cosas… por ahora.La transformación de Damián se detuvo abruptamente. Sus músculos tensos se estremecieron bajo la presión de algo invisible. La furia de la bestia parecía retroceder ante la calma absoluta de su hijo. El aire en la sala se espesó, pesado, como si un cambio irreversible estuviera por ocurrir. Damián cerró los ojos brevemente, su respiración se agitó, pero el destello de serenidad en Rowan era demasiado fuerte para ignorarlo. Con un esfuerzo, comenzó a calmar su furia interna, mientras una sensación extraña, casi como un s
Raven lo miró con los ojos oscurecidos, quería quedarse a protegerlo, a él y a Isolde, pero sabía que si se dejaba atrapar no sería de ninguna ayuda. La sensación de que fuerzas mucho más allá de su entendimiento estaban en juego lo invadió, y por primera vez vislumbró la magnitud del poder latente en el niño de los ojos de luna, porque no le había costado ni un poco inmovilizar a todos, era algo que ni siquiera él, siendo el lobo antiguo que era, se veía capaz de hacer.Asintió levemente y, en un suspiro casi inaudible, su figura comenzó a desdibujarse, fundiéndose con la oscuridad misma que habitaba en los rincones de la sala.Una vez que Raven se desvaneció por completo, la atmósfera cambió. La luz plateada que había emanado de Rowan dejó de brillar con esa intensidad hasta apagarse, pero la presión en el aire permanecía, como un peso invisible que aplastaba a todos en la sala.Todos los que estaban ahí fueron testigos del poder del joven cachorro; no había parado el tiempo, solo a
La sala aún palpitaba con la tensión residual, como un cuerpo después de una convulsión. El eco de las últimas palabras de Evelyn se desvaneció lentamente, dejando tras de sí un aire denso, cargado de miedo punzante, sorpresa incrédula y una desconfianza que se extendía como una sombra helada. Pero también se percibía un agotamiento físico y emocional, un peso que oprimía los hombros de todos. Los ojos, como imanes invisibles, seguían clavados en Rowan, quien permanecía aferrado a la pierna de su padre, su pequeño rostro parcialmente oculto en el abrigo de lana áspera. La presión sobrenatural que los había subyugado momentos antes se había esfumado, como una pesadilla al despertar, pero su recuerdo permanecía vívido, tatuado en la memoria como una cicatriz reciente y dolorosa.Un murmullo suave, casi un suspiro colectivo de incertidumbre, se alzó entre los ancianos hasta que uno de los más antiguos, su barba blanca como la escarcha invernal y sus ojos opacos velados por la edad, levan