65. No me mientas.
— ¿Por qué me mientes? — murmuró él, tan cerca que su aliento acariciaba su rostro. ¿Cuándo se había acortado la distancia entre ellos? Su calor la envolvía como una caricia invisible, empapándola hasta nublarle el juicio, como si su mera presencia bastara para acallar cualquier atisbo de razón — ¿Por qué me niegas algo tan evidente… como que todavía me amas?
Isolde alzó el rostro, con la firme intención de negarlo con la mirada… pero se encontró inmersa en la profundidad de sus ojos, tan próximos que apenas podía respirar. Aquella mirada. Esa maldita mirada que conocía demasiado bien, la que tantas veces había hecho temblar su alma, la que le arrebataba la voluntad con solo existir.
— No hagas esto… — susurró sintiendo como su corazón parecía querer salirse de su pecho, pero su cuerpo permaneció inmóvil, petrificado.
— Ya lo estoy haciendo — respondió él, y su voz fue un suspiro cálido que se fundió con su piel. Se inclinó, rozando con la punta de su nariz la delicada línea de su