116. El nacimiento de la Luna oscura.
No había tiempo para el pánico; debían moverse, y rápido. A Damián le costaba cada movimiento, pero ver a su esposa en pleno parto, habiendo rotado aguas , le hizo ignorar cualquier molestia en su cuerpo.
Raven los observaba, paralizado por un instante, intentando buscar una solución. Sus ojos se posaron en una losa de piedra elevada, casi un altar natural en el corazón de aquel lugar en ruinas, el único punto que parecía ofrecer algo de seguridad.
— Llevémosla allí — dijo Raven, acercándose de inmediato para levantar a Isolde con una delicadeza inesperada, consciente de las limitaciones de Damián.
El Alfa gruñó por un momento, la frustración y la impotencia que contrastaban con la necesidad de actuar. Aun así, dejó que Raven tomara a la Luna en brazos.
— Es el lugar más seguro — aseguró Raven.
Damián le siguió, no confiaba en el lobo errante, tenía muy claro que el sentía cosas por su esposa que iban más allá de una amistad, pero también tenía claro que si se trataba de proteger a s