Mundo ficciónIniciar sesiónPOV Elara
El rey Aldebrand no levantó la voz. No lo necesitaba.
Su silencio era peor.
Me observaba desde el sillón alto, con una taza de infusión humeante entre las manos. Ya no parecía el hombre postrado que había visto días atrás. Sus mejillas tenían algo de color, sus ojos estaban más despiertos… y eso, lejos de tranquilizarme, me puso alerta.
Porque Aldebrand lúcido era Aldebrand peligroso.
—Siéntate, hija —dijo al fin, señalando la silla frente a él.
Obedecí.
Mis manos estaban frías, así que las escondí en el regazo para que no notara el temblor.—Me han dicho que regresaste del pueblo ayer —continuó—. Que visitaste a tu familia.
Asentí.
Intenté no mostrarme preocupada.
—Sí, majestad.
—&ique







