— ¿Cómo te llamo entonces? — pregunte riendo.
— Por mi nombre gran tonto, te agradezco el gesto que tuviste con el chocolate caliente y Dios junto con mi panza saben lo mucho que lo amo, sin embargo, no iré al hospital hasta la noche.
— Bueno no importa porque en otra ocasión tomarás una taza muy grande de chocolate caliente junto con galletas.
— Me apetece mucho, ¿Vas al trabajo?
— Sí, me había desviado para ir al hospital pero ya que no te encuentras pues me voy al hotel.
— Vale, te dejo entonces y me voy a los brazos del hombre que me recibe gustoso cada día.
— ¿Morfeo?
— ¡Exacto! — dijo divertida — me agrada que pienses tan rápido y sin nada de mentalidad sucia.
— No me preocupo en absoluto que estés con otro hombre, te cojo lo suficientemente duro para dejarte satisfecha, así que estoy tranquilo.
— ¡Adriel! — me gritó y la imaginé sumamente roja — ya maneja y no hables lascivamente.
Yo reí y ella me colgó, no le llamé nuevamente ya que debía descansar y yo manejar