Capítulo 76

—¿Qué sabes de Alessandro y su mujer? —preguntó sin rodeos, su voz afilada como una hoja—. ¿Siguen juntos?

Marta sonrió, saboreando el momento.

—Mi amor, juntos es poco. Ayer fue el bautizo de su hijo. Rebosaban amor por los poros: besos, abrazos, sonrisas. Un gran agasajo en su mansión, todos los que importan estuvieron allí.

Hizo una pausa, disfrutando de la mueca de Anabella.

—Bueno, casi todos. Tú faltaste —añadió con malicia.

Anabella apretó los dedos alrededor de la copa. Su sonrisa se desvaneció poco a poco, reemplazada por una sombra de furia. Marta había logrado su cometido: la herida se abría de nuevo, sangrando rabia, celos y una sola certeza…

Esa historia aún no había terminado.

—Oh, Anabella, hermosa, hermosa criatura. —Rocco se plantó frente a ella, inclinando apenas la cabeza con teatralidad—. Qué divino que estés aquí.

Anabella sonrió, una curva afilada que no alcanzaba sus ojos. Por dentro hervía: Alessandro estaba muy equivocado si pensaba que podría burlarse de ella
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