Se sentía manchada solo por compartir el mismo aire que él. Un asco caliente le subió por la garganta.
—Eres un sucio y miserable —escupió, intentando convocar la autoridad de Alessandro a través de sus palabras. Sonó más niña que firme.
Se aclaró la garganta, reuniéndose a sí misma con esfuerzo.
—Eres un traidor. Se lo diré a Alessandro… Esto que hiciste será tu fin.
Marcus la miró un instante y luego su cuerpo se convulsionó en una carcajada áspera que le sacudió los hombros. El sonido, lejos de asustarla, la irritó.
—¿Eso crees? —se burló, mostrando un diente de oro que destelló con su sonrisa—. ¿Tu amenaza? —repitió con voz paródica—. Le dirás a Alessandro… —alzando la mano imitando la voz de ella—. ¡Oh, pobrecito! —soltó una risita corta y mordaz—. Bonita y estúpida zorra. ¿Crees que a tu marido le importas? Tal vez estoy aquí porque, detrás de todo, él lo ordenó.
La acusación cayó con la brutalidad de un golpe. Natalia sintió que el aire le faltaba por un segundo; la incredulida