Se besaron por largo rato, entregándose con la urgencia de quienes habían esperado demasiado. Sus labios se encontraban una y otra vez, húmedos, hambrientos, jadeantes. Las manos de Alessandro se deslizaron por su cuerpo casi sin conciencia, quitándole primero el pantaloncillo y la ropa interior con torpe desesperación, hasta dejarla bajo sus dedos ansiosos. Natalia suspiró suavemente cuando él le quitó la camiseta, quedando solo en sujetador, con la respiración entrecortada y las mejillas encendidas.
Alessandro descendió con los labios por su piel, trazando un recorrido lento y reverente: su cuello, el valle de sus pechos, sus caderas, hasta detenerse en el interior de sus muslos. Natalia se estremeció, un fuego ardiente encendido en su vientre. Él separó sus piernas con delicadeza y respiró muy cerca de ella, provocando que arquease la espalda y buscara apoyo en los cojines detrás de sí. La anticipación le dificultaba respirar, cada segundo era una dulce tortura.
Con suavidad, Aless