KEILY
Tiene que haber alguna forma de llegar a él. No me habría acostado con él si hubiera pensado que estaba loco, así que tiene que haber algo que pueda hacer para convencerlo de que no le estoy mintiendo.
Visualizo mentalmente mi habitación de hotel, intentando localizar mi pasaporte y mi identificación del trabajo. El pasaporte está en el bolso que dejé en el hotel, pero mi identificación laboral está sobre la cómoda, frente a la cama. Si Marcello o uno de sus hombres pudiera entrar en mi habitación, verían la identificación y quedaría absuelta.
Pero ¿y después qué?
¿Cuándo sería un buen momento para decirle a Marcello que tiene dos hijos?
He imaginado este escenario miles de veces, y jamás se me cruzaron por la cabeza unas circunstancias como estas. En mi mente, siempre nos encontrábamos por casualidad en cafés o bares, tarde en la noche, después de rendirnos en la búsqueda de alguien más con quien irnos. Los reencuentros siempre eran cálidos y sensuales, siempre terminaban en un