¡Me gusta este tipo hombre! Victoria Bianchi ha hecho su sueño realidad cuando después de una inseminación artificial y gracias a un equipo de médicos, se convirtió en la orgullosa madre de sus hermosos gemelos Liam y William, recibiendo la donación de un hombre desconocido que reunía los rasgos físicos que ella buscaba. “Señor, hemos encontrado a quien posiblemente ha tenido a su hijo biológico.” Lorenzo Visconti, el poderoso líder de la Mafia Sacra, la mas poderosa de toda Italia, ha pasado cinco años buscando a la mujer que concibió a su hijo por medio de su donación y una inseminación artificial. Victoria se ha divorciado de su ex marido infiel, y ha quedado en banca rota después de cinco años de haber cumplido su sueño, y el destino la llevará a encontrarse con alguien completamente opuesto a ella. ¿Qué pasará cuando la violinista descubra que el padre de sus hijos no es otro más que el mismísimo Satán mafioso, Lorenzo Visconti?, y que este la quiera tan solo para el mismo junto a Liam y William. El caprichoso destino une a los opuestos, y la obsesión de un pasado no escrito por completo llegará tan solo para complicarlo todo.
Leer másLos sueños no siempre se hacen realidad, sin embargo, en ocasiones, estos si llegan a cumplirse…aunque nunca sin pagar un precio por ellos.
—Señorita Bianchi, la inseminación ha resultado ser un completo éxito, usted ahora mismo, está embarazada de gemelos. — dijo el doctor López que, sorprendido de lo que veía, daba la noticia a la mujer que emocionada miraba la pantalla.
El rostro de Victoria Bianchi se iluminó con una luz cegadora de felicidad al ver en aquella pantalla a las dos pequeñas vidas que ya crecían dentro de su vientre. Le habían dicho que ella jamás podría tener hijos, y había vendido hasta el último de sus muebles y su pequeño departamento para hacer realidad aquel sueño que desde niña había tenido, quizás, aquello era un acto egoísta, pero su deseo de ser madre era más poderoso que cualquier otra cosa; Victoria había intentado quedar embarazada durante dos años de una relación que debido a su imposibilidad de tener hijos, se había terminado sin más, y no le importaba si tenía o no a un padre presente en la vida de su hijo o hija; el ser madre había sido su más grande sueño desde que era muy joven, y a sus veinticinco años finalmente se estaba volviendo realidad.
—Oh dios mío, estoy muy agradecida con usted Doctor López, ¿Y está usted completamente seguro de que el donante tiene las especificaciones físicas que solicité? — respondió y cuestionó Victoria entre lágrimas.
Victoria se había sometido a una inseminación artificial para quedar embarazada después de varios intentos fallidos que señalaban en ella un problema de fertilidad; había pedido específicamente que el donante fuera un hombre de cabellos negros y ojos completamente azules, pues en su sueño de maternidad, ella era la madre de un niño o una niña con aquellas características. El hospital de fertilidad en Palermo, su ciudad natal, era el mejor en su tipo por aquellos lugares, y un sinfín de esperanzas nacieron en el corazón de Victoria en ese momento.
—Así es señorita Bianchi, nos aseguramos de que el donante cumpliera con sus especificaciones, sin embargo debe de saber que también estarán sus propios genes de por medio, así que no hay garantía de que sus hijos nazcan exactamente como los ha imaginado, solo le pido que lo tenga en cuenta, por ahora, la felicito por su resultado, es curioso que hayamos logrado gemelos cuando no era eso lo planeado, pero en fin, estas cosas pasan, nuevamente la felicito, recuerde que debe de llevar correctamente los controles prenatales y cualquier duda que llegue a tener no dude en contactarme. — respondió el médico.
—Lo se doctor, pero sé que mis hijos, sean como sean, serán los más hermosos, y tampoco me molesta que saquen mi cabello rubio o mis ojos grises. — respondió Victoria con aquella ancha sonrisa de dientes blancos. — Le agradezco por todo doctor López, dentro de dos días me iré a los Estados Unidos para trabajar allí, y sé que la vida que me espera, será realmente maravillosa, esta es la despedida. Seguiré enviándole la evolución de mi embarazo como me lo ha pedido, muchas gracias por todo. — y extendiendo la mano, Victoria se despidió del médico que volvió su sueño una realidad.
Saliendo del hospital de fertilidad, Victoria dio un pequeño brinco de felicidad, su sueño, su más grande sueño, finalmente se había vuelto realidad.
Un par de días después, y a la otra orilla de la ciudad de Palermo, Italia, un hombre de ceño fruncido y expresión tozuda, leía la carta de resultados sobre su fertilidad; había sufrido un pequeño accidente, y a pesar de nunca haber temido nada por el estilo, si le preocupaba dejar a todo su grande imperio sin nadie que lo herede.
—¿Todo está bien señor Visconti? — cuestionó un joven que miraba a su jefe con un poco de miedo.
El apuesto hombre de cabellos negros y ojos tan azules como los zafiros, arrugó aquella hoja de resultados en su mano tatuada.
“Bajo conteo de espermatozoides.”
Mirando hacia la ciudad, Lorenzo Visconti sonrió de manera torcida. Aquellas no eran buenas noticias, su imperio, la Mafia Sacra, lo había levantado desde cero, y no tener a nadie a quien legarle todo lo que había logrado era terrible; jamás podría pensar en dejar en las manos de su odiado hermano mayor todo lo que había conseguido con su esfuerzo, la mafia más temida de toda Italia, y el, su líder, necesitaban continuar su legado a través de un hijo o hija.
—Este papel dice que soy estéril…nunca podre tener un hijo biológico que continue con mi legado. — respondió Lorenzo Visconti amargamente.
Los ojos azules de Lorenzo, en ese momento notaron el alto edificio que sobresalía a la lejanía, y a su mente llegó un recuerdo de hacia un par de semanas antes de haber tenido el accidente que parecía haber sellado su destino.
Él había donado su material genético al banco de esperma.
—Hace semanas hice una donación de mi material genético, creí que sería divertido que alguna mujer por allí tuviera un hijo mío sin saberlo, pero ahora, esa donación que hice es mi única oportunidad para tener a un heredero. Escucha bien, Armando, debes de ir al hospital de fertilidad y averiguar si mi material ya fue utilizado, y si alguien ya tiene a algún hijo mío creciendo en su vientre, no me importa cómo ni lo que cueste, debes de averiguar quién es esa mujer. — ordenó Lorenzo con su vista aun fija en aquel hospital.
—Como usted ordene, señor. — respondió el joven Armando.
Lorenzo tomó un trago de su vaso de whisky, y mirando su reflejo en la ventana, apreció las heridas que aún tenía en su abdomen después de aquel accidente que le había aparentemente arrebatado su posibilidad de convertirse en padre.
—Maldito seas Laurent… — Lorenzo maldijo en silencio a su hermano, quien había provocado todo aquello.
Al mismo tiempo, Victoria arrastraba su maleta por el aeropuerto ya lista para abordar el avión con destino a Estados Unidos que la estaba esperando. Su mundo se había llenado de felicidad y oportunidades, estaba esperando a sus hijos gemelos, y su amplia sonrisa reflejaba todos aquellos sueños que estaban cumpliéndose.
—Pasajeros con destino a New York, Estados Unidos, favor de abordar por la puerta 444… —
Tocándose cariñosamente su aun pequeño vientre, Victoria avanzó por el corredor sin saber realmente lo que el destino le estaba aguardando…y sin saber que los hijos que con ilusión estaba esperando, eran los hijos de un temible mafioso, los hijos de Lorenzo Visconti.
—Señor, hemos averiguado tan solo el nombre de la mujer que recibió su material genético, su nombre es Victoria, pero el hospital se niega a decirnos el apellido…nos tomará un tiempo averiguarlo todo. — decía el joven Armando.
Con el rostro desencajado, Lorenzo supo que dentro de unos meses se convertiría en el padre de un niño o niña…aquel era su esperanza de mantener su legado intacto.
—No me importa lo que tengan que hacer, encuentren a la mujer que está embarazada de mi hijo y tráiganla ante mi…lo que ella lleva en su vientre, es mi futuro, y debo recuperarlo a cualquier precio. — ordenó Lorenzo.
Blancas paredes prístinas podían apreciarse en toda aquella imponente mansión, un vaivén de sirvientes iba y venía en su trajín diario, era lo normal, después de todo, aquello era parte de sus muchas exigencias, todo en orden, perfección y opulencia, así debía ser en la mansión Visconti.Luciano caminaba por los extensos jardines de aquella demasiado lujosa propiedad suya, los mismos en los que una vez corrieron sus hijos en medio de los juegos y ensoñaciones típicas de la infancia, y con el temple serio, el viejo hombre se sentía realmente molesto. Laurent y Lorenzo lo habían rechazado, sabía bien lo mucho que sus hijos lo odiaban, y, en realidad, aquello no le importaba; ambos eran hombres, no podían ser como débiles mujercitas que se quebraban con sus emociones...y aun así, exactamente eso había ocurrido...sus dos hijos eran un completo fracaso, atormentados por el recuerdo que su madre había dejado en sus corazones.Eleonora los había convertido en hombres débiles y sentimentales,
El vaivén que el ritmo del hospital exigía la mantenía ocupada y eso, era muy bueno pues no deseaba pensar en nada…ni mucho menos en alguien…no se había atrevido a llamarlo aún, ni tampoco había respondido ninguna de sus llamadas, mensajes o demás, incluso, se había negado a recibirlo en el hospital…estaba nerviosa; demasiado nerviosa desde aquel beso que ella había recibido y correspondido y no le gustaba nada aquello.No quería pensar ni ver a Laurent Visconti de esa manera, era una mala idea, la peor que cualquier otra que jamás hubiese tenido…Victoria Bianchi había sonreído de manera extraña cuando le conto aquello, como si de alguna manera aprobara aquello y la tranquilizara, ¡pero no! ¡De ninguna manera! Laurent era el hombre que una vez hacia demasiado tiempo ya, su padre y abuelo habían elegido para ser su esposo, y ella, por supuesto, los había bajado de aquella nube de ensueño en la que emparentarían con semejante familia negándose a contraer matrimonio…era bastante irónico
Tomando de un coñac bastante bien añejado, un viejo hombre miraba por el ventanal de su bonita casa de campo, apreciando aquellos reverdecidos y hermosos paisajes que le traían a la mente viejas y dolorosas memorias que ha pesar del paso de las décadas, jamás pudo dejar atrás. Había regresado a Italia después de demasiados años en los que había triunfado como un renombrado cantante de ópera, tenor entre tenores con una fama y renombre a nivel mundial, cualquiera podría decir que un cantante de su talla tenía todo a sus pies, la fama y el dinero aun en esos días en que era ya un viejo, eran algo que aún conservaba; todo buen conocedor sabía bien quién era el, aunque, por supuesto, el prefería ahora mismo llevar una vida tranquila y tan solo meditando lo que le quedaba de ella, después de todo, para ello existía ahora mismo, nada más para vagar entre recuerdos de un ayer que aún le dolía, era ya un hombre entrado de años que una vez fue gallardo y un galán que le había entregado su co
Había pasado más de una semana desde que Laurent había escuchado de los hermosos labios de Alessia que la muy despreciable e infame Ginevra Armani estaba de vuelta en Palermo, hasta ese momento no había tenido el disgusto de verla, sin embargo, esperaba que eso terminaría ocurriendo tarde o temprano…después de todo…ellos tenían algo en común, algo que llevaba nombre y unos hermosos ojos color zafiro.Laurent sabia bien que la bella y pequeña Eleonora Armani era su hija, aquella que engendró con la mujer más frívola y despreciable que existía…sin embargo, no tenía nada en contra de la pequeña que, al parecer, o no lo reconocía como tal o no recordaba que su padre era él y no Lorenzo…no tenía aun el valor de decirle la verdad a la pequeña, además de que no se consideraba un buen hombre; no alguien digno de tener a una hija tan hermosa como era ella, después de todo, ¿Qué podría ofrecerle realmente?Si, tenía dinero, era millonario, Ceo y líder de los Visconti…pero sabia bien que eso no
— ¿Quién puede ser ese? — cuestiono Benedictino y Franco guardo silencio. — Luciano Visconti…mi progenitor, es aquel a quien yo busco aniquilar a toda costa. — dijo Lorenzo logrando sorprender a todos. — Mi nombre real es Lorenzo Visconti, soy el hijo menor de ese terrible hombre. —Un silencio sepulcral se instaló en medio de todos ellos.— En esa emboscada vi la oportunidad perfecta para huir, muerto, nadie me seguiría a ningún lado, ustedes podían alejarse de esta vida tener una más normal, se lo merecían, no tenía derecho a meterlos en este negocio, solo nosotros cuatro sobrevivimos a la crueldad de los primeros sicarios de Armani, al morir yo nuestro equipo desaparecería. — respondió el tatuado sentándose en un pequeño kiosco a unos cuantos metros de la lápida de Damián.— Sabía que Franco cuidaría de ustedes cuando yo no estuviera, le hice prometerlo, que, si yo en algún momento llegara a faltar, les daría una nueva vida, lejos de ese mundo y por lo que se lo cumplió, ahora estu
Miraba por fuera del gran ventanal que había en el balcón de su lujosa habitación, la vista de la ciudad era inigualable y privilegiada desde las alturas, su padre, era un hombre poderoso, eso ya lo sabía, no se necesitaba en realidad saber demasiado para adivinar el tipo de negocios en los que se encontraba, era más que obvio.A Eleonora no le agradaba mucho Palermo, prefería su vida en Estados Unidos siendo la hija de un médico y una violinista famosa, sin embargo, entendía que había muchos asuntos sin resolverse que los tenían allí, su “madre” biológica, era uno de ellos…Ginevra Armani, la recordaba demasiado bien, apretando sus puños, la niña en sus pensamientos con solo 10 años, sabía bien que llegaría el momento de volver a verla…y honestamente, no quería hacerlo, no podía perdonarla a un por haberla traicionado, era su madre, no se suponía que prefiriera a un hombre encima de ella, pero así había sido, Ginevra quería tan solo utilizarla para atrapar a Lorenzo Visconti, su antig
Último capítulo