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Entre tanto, Carlos Gabriel, escoltado por dos sujetos, fue dirigido a una elegante oficina, una bella mujer de edad madura, conocida como Violet, lo recibió. Observó al joven de pies a cabeza y mordió sus labios. 

—Scarlett es muy afortunada —gruñó y extendió a Gabriel, una tarjeta con los datos para realizar la transferencia bancaria. 

Gabo no dijo nada, tomó aquella cartulina, sacó su móvil, y al instante ejecutó la operación. 

—Listo —informó. 

La mirada de Violet brilló y de inmediato digitó varias teclas del computador, luego sus ojos se centraron en la pantalla, esperó unos minutos hasta que el dinero apareciera en sus cuentas, cuando eso sucedió miró a los musculosos hombres que escoltaban al joven Duque. 

—Llévenlo a cobrar su premio —ordenó—. Gracias por hacer tratos con nosotros —expresó con voz sensual. 

—Espero que me atiendan bien —dijo Gabo y giró para salir de la oficina

Una habitación con cama matrimonial vestida en un reluciente blanco esperaba porque se cobrara aquella suma de dinero que se había pagado. La chica, que yacía sentada sobre ella, presionaba con fuerza cada uno de sus dedos, ante el nerviosismo que la traspasaba.

 Al tardar aquel hombre en llegar se dirigió hacia una de las ventanas para perder su mirada en la ciudad. Hasta que el ruido de la puerta le hizo saber que había llegado aquel hombre. Que desde donde se encontraba y por luces que le apuntaban a ella. No pudo mirarlo bien, por lo que decidió tomarse unos segundos, para girar y verlo con mayor claridad.

Carlos Gabriel recorrió con la mirada a aquella chica, era bastante delgada, el reflejo de la luz bañaba su piel dorada, no distinguía con claridad el color de sus ojos, centró su vista en el piercing que colgaba en su ombligo. 

Scarlett recorrió con su mirada de pies a cabeza a aquel hombre de imponente presencia, además de que su cuerpo indicaba que se ejercitaba, hasta que poco a poco su vista enfocó aquel hermoso rostro que poseía, entonces su corazón se paralizó y su sangre se congeló, al reconocerlo.

—Solo tengo algunas condiciones —dijo él, y la miró con atención. 

La joven se aclaró la garganta, entonces tuvo que hacer un gran esfuerzo para poder fingir un tono de voz distinto a la dulzura con la que solía hablar.

—Usted, manda aquí —mencionó con acento francés—. Obedeceré sus reglas —respondió con gran esfuerzo.

—Sos francesa —dijo él con su particular acento colombiano—, me gusta. —Ladeó los labios—, mis condiciones son las siguientes —expresó con su masculina voz, mientras se quitaba la chaqueta y empezaba a abrirse los botones de la camisa—. Sin besos en la boca, y no me gusta que hablen cuando lo hacemos —ordenó. 

—Las mujeres como yo. —Pasó saliva con dificultad Scarlett—, no besamos, solo vendemos caricias —respondió—. No hablaré más —indicó mientras se acercaba poco a poco, observando a través de los botones que desabrochó su piel—. Una cosa más —comentó mirándolo con temor—. No tengo experiencia, y no sé como comenzar —confesó con nerviosismo de que pudiera dar quejar de su servicio.

Gabo inhaló profundo, su mirada color chocolate se oscureció. 

—Por esa razón te compré, me gustan las vírgenes —aseveró mientras de un solo tirón se quitaba el cinturón de su pantalón—. Eso dicen todas, y luego resultan unas fieras en la cama. —Caminó hacia ella con lentitud, como una pantera al acecho de su presa, cuando llegó hasta la chica, colocó sus enormes manos en su estrecha cintura—. Comprobemos que tan inocente sos —masculló. 

El corazón de Scarlett dolió al escucharlo, su cuerpo se estremeció al sentir sus manos cerca de su piel, haciéndola temblar, por inercia cerró sus ojos y ladeó su delicado cuello, permitiendo que él la acariciara con sus labios.

Carlos Gabriel probó la sedosa piel de la joven, el perfume barato que usaba se coló por sus fosas nasales. Sus manos recorrieron palmo a palmo, la figura de la chica, la desnudó, y contempló su silueta, la llevó hasta el lecho y la lanzó sobre el colchón, entonces empezó a quitarse el resto de prendas, quedando sin nada frente a ella. 

La barbilla de aquella chica tembló al observar la forma de actuar de Gabriel, tan distinto a lo que se imaginó. Su pecho se agitó al pensar que por la forma de actuar la lastimaría. Quiso gritar, pero no logró que saliera palabra alguna de su garganta, por lo que resignada acomodó su rostro sobre una almohada y separó un poco sus piernas, esperando a que aquel momento sucediera.

Carlos Gabriel se acomodó encima de la joven, la miró a los ojos, y tal como lo había pedido, no hubo besos en los labios, ni palabras de amor, ni nada que se le pareciera. Su boca recorrió cada centímetro de la piel de esa chica, y cuando el momento llegó, traspasó aquella barrera de una sola estocada. 

Scarlett emitió un fuerte quejido ante aquel momento doloroso para ella, su alma acababa de ser rasgada, de la misma manera en la que su virginidad, lo fue. Colocó una de sus manos sobre el pecho de él y lo observó con la mirada cristalina suplicando que se detuviera.

Carlos Gabriel comprobó que aquella joven no mentía, era cierto, le faltaba experiencia. Era demasiado inocente. Y por unos segundos eso lo conmovió, pero luego recordó que alguien que fingía ser como ella, le rompió el corazón, y lo dejó en ridículo, delante de su familia y amigos. Esta vez con esa prostituta, iba a cobrar su afrenta. Así que no se detuvo, y siguió con su tarea. 

Aquella joven presionó con fuerza las sábanas deseando que ese momento, tan doloroso, acabara. Mientras gotas de sudor recorrían debajo de aquel antifaz, sollozó sin poder evitarlo, durante el tiempo que él obtenía lo que deseaba de ella. Deseó morirse ante lo que estaba viviendo, hasta que Carlos Gabriel, se detuvo.

Cuando Gabo logró satisfacer sus deseos carnales, se retiró del cuerpo de la joven, respirando, agitado, no pronunció una sola palabra, y cuando su ser volvió a la normalidad se levantó del lecho, se vistió y abandonó la alcoba. 

Scarlett, luego de aquel acto, se hizo un ovillo y retiró el antifaz arrojándolo al suelo, sujetó con fuerza sus piernas y comenzó a llorar con gran congoja ante lo que acababa de vivir, entonces recordó una vieja promesa que le destrozó aún más el alma: «Yo siempre voy a cuidar de ti».

—Quiero morirme —refirió con desesperanza—. Ven por mí —suplicó señalando hacia una de las ventanas.

****

Carlos Gabriel finalizó una importante junta, cerró su laptop, y recargó su espalda en el sillón.  Bebió un sorbo de café, y la imagen de Scarlett se le vino a la mente, no había podido dormir con tranquilidad rememorando esos sollozos. Negó con su cabeza, jamás imaginó comportarse como un irracional, pero luego de aquella decepción ya no era el mismo. Se había convertido en un hombre frío, y sin sentimientos, y no podía volver a ser el de antes, no deseaba sufrir una vez más. Se quedó pensativo por varios segundos, y ya que había decidido no enamorarse más, sabía que podía comprar caricias, y la mujer del night club era la indicada, así que esa noche, le haría de nuevo una visita. 

Salió en su Porche, encendió el reproductor del auto: 

Las notas de «Y tú te vas by Chayanne» se escucharon en las bocinas. 

«Nunca te he mentido, nunca te he escondido nada. Siempre me tuviste cuando me necesitabas

Nadie mejor que tú sabrá. Que di todo lo que pude dar»

Por más que intentaba que su corazón no doliera, la herida aún estaba reciente, durante esos meses se había preguntado: ¿Qué hizo mal? Sin embargo, no encontraba respuestas. La garganta se le secó, y una ligera capa de lágrimas nubló su visión, se hizo a un lado del camino y estacionó el auto. 

—Y tú te vas. Y yo que me pierdo entre la nada (y tú te vas). Dónde quedan las palabras

Y el amor que me jurabas y tú te vas…—canturreó desahogándose. Todo aquello que vivió con Paula María en el pasado, no había sido más que un bonito sueño, y al despertar la realidad fue otra tan distinta. 

Carlos Gabriel decidió desconectarse del mundo durante el siguiente mes, después de la fallida boda, los chismes en las revistas de farándula no se habían hecho esperar, pero eso no le importaba. Lo que en realidad le indignaba era que de aquella traidora no se sabía nada, y solo enviaba fotos de viajes con aquel sujeto. Apretó con fuerza el volante del auto, necesitaba olvidar, y no había mejor sitio para eso que en los brazos de Scarlett, entonces sin pensarlo un segundo se dirigió al night club.

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