—Tranquilo no te hará daño —refirió Pau con tranquilidad y luego miró a Gabo—. En su debido tiempo te narraré lo que ocurrió, pero debes saber que las cosas, no son como parecen. —Inclinó su rostro pegando su mejilla a la de su hijo—. Tiene fiebre —comentó preocupada.
Gabo tensó la mandíbula, y no dijo nada respecto al tema, pues tocó la frente del niño, y constató que tenía fiebre, enseguida la retiró para no asustar más al pequeño.
—¿Desde cuándo padece la enfermedad? —indagó.
—Hace unos meses comenzó a enfermarse de manera constante, lo estuve atendiendo en un hospital público —explic&