—Tú, estás despedido —rezongó Yuri señalando con un dedo al vacío, y Nina lo atrapó, apuntándolo a donde de verdad estaba Santiago, pero en el fondo sabía que solo estaba bromeando.
—¿Y qué esperabas? ¡No se puede ganar contra el Grillo! —sonrió Santi encogiéndose de hombros y metiendo las manos en los bolsillos—. Pero te prometo que te lo voy a compensar. ¡Solo tienes que decir qué quieres!
Yuri puso su mejor cara de póker, teniendo en cuenta que sangraba del labio, de una ceja y un oído, y no veía claramente nada de lo que tenía delante.
—¿Me das el número de tu hermana? —pidió y de inmediato se escuchó la carcajada de Santiago.
—¿De Leisy? ¿Te volviste loco? Yo te lo doy, pero ¿no te alcanzó con la paliza que te acaban de