Tres años después.
Nina suspiró, mientras el cansancio delicioso que seguía al clímax se adueñaba de su cuerpo.
Era su décimo aniversario de bodas, y Jake la había sorprendido con una pequeña cabaña en los Alpes Suizos, un viaje familiar para los niños… ¡con sus tíos! y dos semanas para ellos solitos, como la pareja de tórtolos que se merecían ser por estar criando a cinco huracanes… perdón, cinco hijos.
Se dio la vuelta y se acurrucó contra el costado de Jake, que la atrajo hacia su cuerpo con un gesto posesivo y sensual.
—Eso realmente estuvo muy bien… —murmuró.
—¿Muy bien? ¿¡Solo muy bien…!? ¡Oye, tu marido todavía es un semental! ¡No puedes quejarte…! —protestó Jake y Nina se lev