EXTRA. ¿Me estás envenenando, dragoncita?

Un año después

—¡Levántalo, levántalo! —apuró Caleb a su hermano—. No podemos dejar que mamá lo vea así, ¡lo mata!

—Oigan, oigan… su mamá puede verme como quiera…

—¡Papá estás borracho! —lo regañó Aaron.

—¡Claro que no! —se defendió Jake, pero tenía tanto mareo que no podía enfocar para caminar derecho.

—¿Cómo que no? ¡Acabas de vomitar el hígado en las jardineras de la entrada! —gruñó Caleb.

—¡Pero te juro que no estoy borracho! ¡Tu abuela puede dar fe de eso! ¡Estaba con ella planificando…!

Los gemelos lo soltaron cuando lo vieron girarse hacia el jarrón más cercano y acabar de devolver todo el contenido de su

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