Alaric hizo una señal con la mano. El equipo se dispersó de inmediato.
Seraphine esperó tras una pila de cajas, observando al guardia más cercano. Podía sentir el pulso de su sangre, escuchar el ritmo de su respiración demasiado controlada—señal clara de que eran soldados entrenados, no simples trabajadores portuarios.
Desde esa posición, podía ver la cadena de plata en el cuello del hombre que estaba en la entrada del barco. La cadena se movía ligeramente mientras el hombre revisaba los documentos de carga.
Un colgante agrietado.
A solo unos metros de ella.
Alaric hizo una segunda señal. Seraphine se movió.
Pero antes de que pudieran llegar al muelle, un largo silbato resonó desde la torre de vigilancia. Los reflectores barrieron el área y, desde el barco, se escuchó una voz fuerte en un idioma extranjer