—Estoy que no doy más con esta panza.
—Amor, ya falta menos para tener a nuestro porotito, ya verás que vale la pena todo lo que has pasado, pero ahora concéntrate en disfrutar.
—Ah—suspiro fuerte y dejando que esa lengua que mi niño bonito, en su papel del ángel sexual que he corrompido siga con su trabajo.
En mi último mes de embarazo estoy más cachonda que lo normal, pero ya no podemos hacer algunas cositas, como por ejemplo atar a mi niño bonito a la cama y montarlo como a todo un semental.
Hanna nos ha dicho que podemos seguir hasta el día del parto, es más, como médico sé que es bastante bueno hacerlo pues también me sirve para los ejercicios pélvico y preparar el canal de parto, pero mi panza es tan grande que no me deja mucho para maniobrar, por lo que me dejo querer y me estoy transformando en una sumisa por obligación.
—Amor, concéntrate.
—Auch, ¡Me mordiste!
—Necesitaba que te enfocaras, mujer ¿Puedo seguir?
—Por favor, deme duro con esa lengüita que se gasta futuro esposo.