SABRINA
—Estás preciosa —susurró a mi oído y sentí como las piernas tambaleaban.
—Gracias —musité, una vez que se separó de mí.
—Nuestra mesa está por aquí —señaló Josh un poco más al fondo del pasillo y lo seguimos.
El lugar era moderno y lujoso, con una terraza preciosa.
Todos se confabularon para que me tocara sitio junto a Piero, y con los nervios a flor de piel y su presencia perturbándome hasta las entrañas, me senté a su lado, tomando la carta y disimulando leer.
—Tenía otra idea de una cena romántica —musitó a mi odio, logrando que la piel se me erizara.
—Puedes irte, si no te agrada la compañía —repliqué del mismo modo y sonrió negando.
—Me gusta; la situación ayuda a que sepa más cosas de ti. —Reí con sarcasmo y retruqué:
—Es una lástima que no pueda decir lo mismo con relación a ti.
—Mi amor, solo dame una oportunidad y podrás saber todo lo que desees. Es más; podrás hacer conmigo lo que se te antoje.
—Vuelas, casanova. Apenas estamos en la primera cita —respondí y suspiró.