En cuestión de horas, Alexander había organizado el viaje y no le había preguntado siquiera si ella deseaba ir, pero era su jefe y tenía que cuidar a los niños sin importar el lugar en el que estuvieran.
¿Deseaba ir? Se preguntó, Diana.
Tal vez sí, su padre nunca tuvo tiempo para pasar tiempo con ella.
Y su madre al único lugar que le gustaba llevarla era al internado para que aprendiera todo lo necesario para ser, según sus palabras textuales:
«Inteligente, pero sin demostrarlo demasiado. Así su esposo no creería que se había casado con una sabelotodo. Elegante, bien educada y siempre sabiendo cuál era su lugar en el mundo, ser una linda esposa florero».
Para su madre darle los buenos días a su padre y que ambos se ignoraran el resto del día era normal en un matrimonio. Después debía salir a beber Martini con sus amigas mientras se dedicaban a quejarse de lo complicado que era ser la esposa de un magnate.
Diana llegó al mundo por obligación y cuando su padre vio que no era el desead