Dos meses después Punto de vista Valeria¡Me siento fatal!. Finalmente me van a dar de alta del hospital, pero tendré que usar una silla de ruedas. Marcelo ha sido el hombre más increíble, mostrándome su amor y apoyo sin reservas, pero me duele no poder ofrecerle nada a cambio. Ni siquiera soy capaz de cuidar a mi Estrella como quiero.—¡Hemos llegado a casa, mis princesas! — Marcelo abrió la puerta de la mansión, y fue como si todo un mundo de fantasía hubiera tomado forma en el umbral de la sala. Globos en tonos rosa pastel y una gran variedad de comida adornaban el lugar.Un enorme letrero dorado que decía "Bienvenidos" completaba el esfuerzo de Marcelo, pero lo que realmente me conmovió fue la presencia de personas cercanas.Estaban mi amiga Isa, Teresa, Edward, algunos amigos más, y una cálida bienvenida que me hizo sentir especial.—Mi amor, no debías haberte molestado —le dije a Marcelo, quien se agachó a mi altura y me dio un beso en los labios.—Mi vida, lo único que realmen
Punto de vista Mérida—No puedo soportar que esas dos sigan vivas, Samantha. Tenemos que asegurarnos de que esa relación con Marcelo termine de una vez por todas. —Tomé dos copas y serví una bebida fuerte, pues solo con ella podía liberar mis frustraciones.—Lo sé, querida suegra, yo lo sé mejor que nadie. Pero no se me ocurre cómo hacerlo.—Le sugerí a Rudy, la niñera de la niña, pero todavía no le he encargado nada para acabar con esa mujer.—Mira, Mérida, cuentas conmigo, pero te lo advierto, la única condición es que no le hagas daño a la hija de Marcelo. Tal vez podamos idear algo más para asegurarnos de que él se separe de ella para siempre.—La única solución es eliminar a las dos. —Respondí, con rabia hirviendo dentro de mí. Despreciaba profundamente a Valeria, sentía que era un estorbo que debía desaparecer.—No, claro que no. Hay otras maneras. Matar sería demasiado arriesgado, podríamos ser descubiertas y terminar en prisión por esa inútil.—Lo has dicho tú misma, es una in
Punto de vista Marcelo Cerré la puerta detrás de mi madre. Aunque en los últimos días se había comportado de maravilla conmigo, la tensión entre ella y Valeria era palpable. Suspiré, con mi hija en brazos, y me dirigí hacia mi prometida.—¿Estás bien, mi amor? —Le acaricié la mejilla. Valeria levantó la mirada, algo ausente.—Sí, Marcelo, pero aún no entiendo por qué tu mamá me odia tanto. ¿Sabes por qué? —Su pregunta me puso nervioso, no tenía una respuesta clara.—Valeria, no digas eso, mi amor. Ella no te odia. Cuando estuvimos en el hospital, se preocupó muchísimo por ustedes. Estos últimos meses, me ha brindado su apoyo incondicional —Mis palabras eran un intento de calmarla, no quería que se sintiera mal, mucho menos con la propuesta que tenía para ella.—Marcelo, mi amor, yo te amo, te juro que te amo. Pero en gran parte de ese amor, quiero que seas feliz y te sientas completo. Entiendo perfectamente si tu mamá no quiere que estés conmigo. Es complicado estar con alguien como
Punto de vista Valeria Recostada en la cama, no podía dejar de admirar mi anillo. Brillaba con tal intensidad que parecía un sueño, algo que jamás imaginé que Marcelo me pediría. De hecho, me parecía tan lejano a mi realidad.Extendí la mano lo más alto que pude, sonriendo con los labios apretados. Nadie me veía, ya que Marcelo estaba ocupado asegurándose de que nuestra hija estuviera bien. Además de ser un ser humano increíble, era un padre ejemplar.Mis ojos se iluminaban con el destello del diamante. Aunque sabía que era una joya valiosa, realmente no me importaba si era una imitación o no. Lo que realmente me cautivaba era el amor que Marcelo me brindaba y cómo mi corazón se derretía ante él.—¿Cómo está mi futura esposa? —me preguntó su voz profunda y seductora, sacándome de mis pensamientos.—Estoy tan feliz, siento que estoy viviendo un sueño. Marcelo, me has dado una felicidad que no sé cómo agradecerte. Eres tan bueno, sabes cómo cuidarme.Marcelo tomó mi mano, donde llevaba
Punto de vista Marcelo—¡Despierta, dormilona! Hoy es el gran día —le susurré al oído mientras le daba un tierno beso en la mejilla. Valeria dormía tranquila, pero había llegado el momento de comenzar sus terapias.—Hum—se estiró, abrió los ojos lentamente y me sonrió—. Sí, es hoy, cariño. ¿Y mi hija? ¿Dónde está?La ayudé a incorporarse y le llevé a la pequeña Estrella, que dormía en su cochecito. La puse en sus brazos con cuidado.—Te amo tanto, hija mía —murmuró Valeria, dándole un beso en la mejilla y abrazándola con ternura—. Diera lo que fuera por poder levantarme de aquí antes de que empieces a caminar.—Eso será posible, pero solo si somos constantes con las terapias —respondí, tomando nuevamente a Estrella y dejándola en su carrito. Luego ayudé a Valeria a levantarse, la guié hasta el baño y, como cada día desde el accidente, seguimos nuestra rutina.La acomodé para que hiciera sus necesidades, y la desnude, aunque cada vez que veía su precioso cuerpo desnudo de inmediato mi
Marcelo Ventura La música atronadora retumbaba en mis oídos, como si la fiesta estuviera dentro de mi cabeza, desorientándome, quebrantando mi paciencia. El agobio crecía con cada segundo que pasaba. Solo quería largarme de ahí.—Edward, amigo, de verdad no me siento bien. Este sitio no es para mí, me siento viejo. Voy a llamar a mi conductor para que venga por mí.Edward se giró y negó con la cabeza.—Ni pensarlo, Marcelo. La noche apenas empieza.Rodé los ojos. Para mí, lo único que valía la pena a esta hora era regresar a casa y dormir. No tenía ánimo para fiestas, no con el maldito dolor que sentía en el pecho.Hacía tanto que no salía con mi amigo que ni siquiera recordaba la última vez. A mis 35 años, siendo un CEO billonario en Nueva York, me sentía más viejo de lo que realmente era. Me casé joven con Samantha, una mujer de mi misma edad, pero con el tiempo sus intereses cambiaron. Se sintió atraída por hombres más jóvenes, y al final sucumbió ante Alan, mi primo menor, un opo
Valeria Collen Salí de la habitación del hotel con el estómago revuelto y la indignación ardiendo en mi pecho. ¿Quién demonios se creía ese tipo? ¿Pensaba que yo era una prostituta? ¿Qué podía pagarme y largarse como si nada? ¡Desgraciado!Cogí el rollo de billetes sin siquiera molestarme en contarlos y me fui directo a mi pequeño departamento. Tampoco dejaría el dinero sobre la mesa, como si no me estuviera haciendo falta. Nicol ya estaba allí, esperándome con ansias la pobre quería saberlo todo.—Casi no llegas, Valeria. Me tenías preocupada. La próxima vez, al menos mándame un mensaje. —Se lamió la cuchara con la que se comía su helado y me miró con picardía—. ¿Y bien? ¿Cómo te fue con el maduro? Dios, qué tipos más deliciosos…Puse los ojos en blanco y le lancé una mirada de advertencia.—No sé qué decirte. Y ya deja de hablar así, suena horrible, Nicol. Solo quiero descansar, esta noche tengo turno en el restaurante.Tiré mi bolso sobre la encimera y suspiré, pero mi amiga no te
Valeria Quería salir indignada, molesta con Marcelo, pero no pude. Su propuesta me había divertido demasiado. ¿Quién en su sano juicio pagaría por tener una sugargirl a los treinta años solo para darle celos a su exesposa? Y lo más absurdo: ¿con una mujer tan simple y sin clase como yo? Lo único que realmente lamentaba de aquella tarde era haber perdido la oportunidad de la entrevista de trabajo. Mis obligaciones me asfixiaban: mi madre enferma esperaba dinero en su pueblo para mantener a mis dos hermanos pequeños, y sobrevivir en esta ciudad no era precisamente barato.Regresé a mi diminuto apartamento. Necesitaba descansar antes de mi turno en el restaurante, donde hacía doble jornada para arañar algo más de dinero. Siempre me rondaba la loca idea de encontrar un trabajo mejor, pero cada intento terminaba igual: un rechazo tras otro. La empresa de Marcelo no había sido la excepción.Por pura curiosidad, revisé mi correo. Nada. Era ridículo pensar que él enviaría algo. Justo cuando