NI CREAS QUE TE SALDRAS CON LA TUYA.
MARCELO
¡Esto tenía que ser una maldita broma! Después de más de un año sin tocar a una mujer, cuando por fin tenía la oportunidad, el timbre sonaba como si fuera una alarma de incendio.
—Más te vale que sea algo importante… —murmuré, ajustándome la evidente erección en los pantalones y soltando un largo suspiro.
Con fastidio, me acerqué a la puerta y me asomé por la mirilla. El golpe en el pecho fue inmediato. Una mezcla de emociones se arremolinó en mi interior mientras el timbre seguía sonando sin descanso. Sacudí la cabeza, intentando asimilar lo que veía, y abrí.
Samantha entró de un empujón, sin siquiera darme tiempo a reaccionar.
—¿Por qué tardaste tanto en abrir? Llevo una eternidad aquí afuera, Marcelo —espetó con ese tono desafiante que conocía tan bien.
Sus ojos brillaban con intensidad y su perfume, dulce y envolvente, me golpeó con fuerza. Era irónico que oliera tan suave cuando su personalidad era cualquier cosa menos eso.
Vestía un vaquero descaderado y un diminuto top