La mano de aquel hombre se deslizó por la espalda de Kany a modo de consuelo, ella lo abrazó con fuerza y las lágrimas se volvieron a deslizar en sus mejillas, terminando en el cuello de él.
—No llores, pequeña. En serio que las cosas se van a arreglar entre ustedes, ahora, por favor, trata de cuidarte mucho —él se separó de ella —. Sabes bien que te quiero mucho, Kany.
—Lo sé, Hassan. En serio que tú fuiste un bálsamo para mis heridas durante aquellos años, ahora si me perdonas, tengo que irme a la vida que me hace feliz y que elegí.
—Nada de eso, te voy a ir a dejar a la mansión Montessori.
Kany supo que negarse iba a ser inútil, así que al final se fue con este hombre en una motocicleta. Ellos llegaron a la mansión Montessori y los guardias de seguridad abrieron las rejas al ver que se trataba de ella.
—Kany —Rocío salió al encuentro de ella y le dio un abrazo —pensé que ibas a estar en la mansión, ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué traes los ojos inflamados?
—No te preocupes, te quiero