4: Algo especial

En serio que esto es raro, generalmente los hombres venían con sus esposas o novias. Pero él venía solo.

—Sí, venga por aquí.

Comencé a mostrarle todo lo que se podía necesitar para una recién nacida. Me sorprendía todo lo que iba llevando, ese hombre no tenía ningún asco a la hora de seleccionar lo más costoso que teníamos.

—Necesito una cuna, ¿Tienen?

—Sí, por aquí.

Lo llevé a la sección de muebles y él señaló varias cosas que habíamos tenido desde hace mucho tiempo y que los clientes no se llevaban porque eran muy costosas.

—Le tengo que decir que el transporte corre por su cuenta, no sé si tenga inconvenientes con eso.

—No, no tengo. Sí, tienen a alguien para ir a dejarlo a mi casa, pueden llamarlo.

Le dije a la señorita Cecilia sobre el transporte y fue ella quien hizo la llamada. Ya se había preparado la factura y todo lo que este hombre llevaba, cuando escuchamos un llanto desesperado.

—Demonios, se ha despertado.

El largo suspiro de aquel hombre dejó en evidencia la preocupación tan grande que tenía. Cuando movió la chamarra que cargaba, dejó en evidencia a una bebé recién nacida.

—Ya, pequeña —él la arrulló —, lo siento, no puedo hacer nada por ti.

Al ver a aquella niña, sentí cómo mis sentimientos se agitaban. Él intentó calmarla metiendo su dedo pequeño en la boquita de la pequeña y, aunque eso funcionó inicialmente, no duró demasiado.

—Tiene hambre —le dije y él asintió con gran pesar —. Se nota cansado; si desea, puedo ayudarlo a cargarla en lo que viene el transporte para la cuna y los muebles que lleva.

Él me miró un tanto desconfiado, pero luego accedió y me entregó a la niña. Mis brazos supieron en qué posición ponerse, como si fuera algo natural. 

—Hola, cariño.

Los ojos de la pequeña eran idénticos a su padre. Realmente era una niña preciosa y me daban ganas de observarla siempre.

—No llores más, por favor, ¿Qué puedo hacer por ti, mi vida?

Al comenzar a arrullarla y al hablarle, ella me mostró una dulce sonrisa. 

—Es la primera vez que sonríe —él se acercó a nosotras —, al parecer le agrada.

—Tiene una hija preciosa —le sonreí con amabilidad mientras contenía las lágrimas —debe sentirse feliz.

—Le agradezco el cumplido y sí me siento feliz, pero ella no es mi hija, es mi sobrina.

—Oh, ya veo.

De la nada sentí como aquella pequeña comenzó a buscar mis pechos mientras la arrullaba. Me sorprendió un poco cuando ella jaló mi sostén y dejó un poco descubierta la areola.

—¡Maldición! —él lanzó su chamarra sobre mi pecho y se dio la vuelta —lo siento mucho, mi sobrina tiene hambre y piensa que usted tiene leche.

—¡Ay! 

No sabía cómo la pequeña había hecho, pero ella se encontraba bien pegada a mi pecho. Cuando el cliente me miró, se sorprendió al ver que su sobrina no se movía ni un ápice.

—¿Acaso usted es mamá?

—Algo así, su sobrina está lactando mi leche.

—¡No, eso es malo para ella!

Cuando intenté detenerla, ella comenzó a llorar y su tío la arrebató de mis brazos dejando una sensación de vacío.

—Disculpe si he cruzado algún límite. No tenía idea de que… ¿Qué está haciendo?

Aquel hombre revisaba el pañal de la niña y la miraba fijamente, había cierta sorpresa en su mirada.

—Mi sobrina no tolera ningún tipo de leche, es un milagro que ella esté bien. Por eso es que llora de hambre, no ha comido nada desde que salió del hospital.

Mi corazón se hizo pequeño al escuchar a aquel hombre. La bebé me miraba como si suplicara que le diera la leche que había en mis pechos.

—Permítame a su sobrina —extendí mis brazos —si ella quiere leche, eso es lo que va a tener.

Me fui con la bebé al baño, ahí limpié bien mis pechos y la puse primero en uno. El dolor era grande, pero lo toleraba porque era por un bien mayor. 

—Madre mía —sentí mis pechos más livianos —en serio que tenías hambre.

Le saqué los gases a aquella niña y luego me arreglé para salir. Ella dormía plácidamente, así que al final todo era hambre.

—Señor, aquí tiene a su bebé.

Cuando se la entregué, él me miró con gran agradecimiento. Pude ver qué me iba a hablar, pero se quedó a medias en el momento en que llegó el transporte de sus muebles.

—Hola Rocío ¿Cómo has estado?

—Hola, todo bien —me mostré neutral —el señor va a llevar unos muebles a su casa, así que arregla con él el precio.

Me aparte de Luis, él desde hace tiempo me andaba pretendiendo, pero la realidad era que no me interesaba en absoluto. Suficiente tuve con el idiota de Austin para venir a complicarme más la vida.

Revisaba con la señorita Cecilia las compras que el cliente llevaba y al final le dimos el total de la cuenta.

—Claro, enseguida pago.

Aquel hombre sacó un fajo de billetes que nos dejó a todos con la boca abierta. Él pagó toda la cuenta y en el momento que Luis le dio el precio por el transporte supe que se estaba aprovechando.

—Está bien —el cliente iba a pagar, pero yo lo detuve —¿Sucede algo?

—Con usted no hay problema —miré a Luis —¿Es en serio? No puedo creer que seas tan sinvergüenza al cobrar semejante cantidad. 

—Ese es el precio del viaje, además no vengas a protestar que eso no sale de tu bolsillo.

—Pero no es lo correcto.

—Luis —la señorita Cecilia habló —si te atreves a cobrarle eso al cliente, ten por seguro que no vamos a volver a llamarte para otros viajes.

Esas palabras fueron suficientes para que Luis le cobrará lo que era. Al final él se fue con todas las cosas y me quedé con aquel cliente, le hicimos entrega de sus cosas y me encargué de subirlas todas a su coche.

—Muchas gracias por su compra, espero que todo salga bien con su hermana y su sobrina.

—Espera un momento —él me detuvo —te quiero dar esto, es por todo lo que hiciste por nosotros.

Me dejó una fuerte cantidad de dinero como propina, al ver semejante fajo intenté regresarlo, no obstante él se apresuró a irse como si supiera lo que iba a hacer.

—No puede ser, estás cosas no pasan aquí —miré el dinero —en este sitio los clientes generalmente piden descuento sobre el descuento.

Entré a la tienda aun con el fajo de dinero en mis manos. Simplemente no podía creer que tenía tanto efectivo en esta pequeña mano.

—¿Qué sucede? —la señorita Cecilia se acercó a mí—¿Estás bien? 

—Ese hombre… él me dió esto como propina.

Cuando la señorita Cecilia miró el dinero en mi mano, se quedó igual de boquiabierta que yo. Comenzamos a contarlo y habían aproximadamente 5 mil dólares.

—¡Debes guardar ese dinero! Puedes invitarme a comer —ella alzó las cejas traviesa —tengo ganas de comida mexicana.

—¿Será lo correcto? Yo quiero devolverle el dinero a ese señor, le puedo pedir a Luis la dirección donde dejó los muebles e ir a dejarle esto.

—¡Ni se te ocurra! Le has ayudado a ese hombre con tu leche materna, así que toma ese dinero y úsalo. Pero no te olvides de mi comida mexicana.

Lo pensé detenidamente y al final accedí a quedarme con el dinero que ese hombre me había dejado, tenía un presentimiento que debía hacerlo.

—Por cierto, dice mi mamá que cerremos la tienda. Al final ese hombre hizo la venta del día y dudo mucho que tengamos más clientes cómo ese sujeto.

Cuando las luces de la tienda se apagaron fue que nos apresuramos a irnos. Subí al carro de la señorita Cecilia y sacudí mi cabello que estaba algo mojado.

—Bueno, vamos a comer comida mexicana.

—Espere un momento que tengo una mejor idea. ¡Vamos al spa!

Cuando entramos al spa, estaba vacío. Las empleadas nos atendieron y comenzamos en el sauna.

—¿Viste a ese hombre? —la señorita Cecilia se viro en mi dirección y sonrió con picardía —Dios, en serio que el mundo necesita más hombres así.

—Esas hormonas, Cecilia, esas hormonas.

—No puedo hacer nada con ellas, he estado sin nada de acción desde hace mucho tiempo. Hasta siento que mi virginidad está volviendo a mí.

—¡Dios! Es demasiada información. Vaya y compré un vibrador, así se pueden quitar las ganas.

—No es lo mismo, ya tengo uno y créeme que no lo es. Lo que quiero es que me amasen como el panadero amasa la masa para hacer pan —ella mordió sus labios y deslizó sus manos —y ese cliente que llegó hoy es el ideal que yo tengo para que lo haga. ¿Viste sus manos? Muy amplias y con unas venas que surcaban por todo lo largo, me pregunto si ahí abajo será igual.

—¡Señorita Cecilia! —me puse roja y no era por el sauna —en serio que usted saca unos temas de conversación demasiado… bochornosos. 

—Por favor Rocío si tú tienes leche materna en tus pechos es porque saliste embarazada y por ende tuviste relaciones, ¿Qué es lo que paso con tu bebé? Porque hasta donde tengo entendido solamente eres tú y nadie más, a no ser que ocultaras la información por temor a perder la oportunidad de empleo, cosa que creo absurda…

Antes no había hablado de mi pasado con la señorita Cecilia porque no existía la confianza, pero eso se acabó después de todo este tiempo trabajando para su mamá y para su familia por ende. Fue en ese momento que le conté detalladamente lo que había sucedido.

—Rocío, no tenía idea —ella me miró con compasión —lamento mucho lo que pasaste. Al menos ahora tienes un nuevo comienzo.

—Sí, y quiero dejar el pasado en el pasado. Al final nada gano con seguir cargando esta piedra pesada, lo bueno que me acoplé a vivir en la capital.

Al final salimos del spa y cada una se fue a su respectiva casa, debido al tiempo de relax que pasé en el spa, terminé por quedarme profundamente dormida.

—¡Dios! Es tarde.

El clima había amanecido mucho mejor, en definitiva hoy si tendríamos clientes y que Dios me ayudara porque probablemente llegaban las mujeres con sus pequeños chuckys.

—Bueno, paciencia cariño paciencia.

Me terapee antes de irme al trabajo, al llegar a la tienda me encontré con la señorita Cecilia que en definitiva tenía otro semblante.

—Buenos días, Cecilia. 

—Buenos días, Rocío, ¿Lista?

Asentí y luego de cumplir con el aseo de la tienda, comenzaron a llegar los clientes. En su mayoría eran mujeres con sus niños, habían unos que se comportaban y habían otros que daban ganas de mandarlos a El Vaticano para que les sacaran el chamuco que tenían metido en lo más profundo de sus entrañas.

—Que día —me senté en la silla que estaba a la par de la señorita Cecilia —en serio que no entiendo a esas mujeres con su falta de carácter para meter en cintura a sus chuckys. 

—Ojalá que tuviéramos más clientes como el señor comible de ayer, no jodio en absoluto y llevó una gran cantidad de mercadería.

—Por más clientes así.

—¿Sabes? No te quitaba los ojos de encima, bueno, es difícil ignorar a una mujer que está mostrando la mitad de su areola. 

—Ni me lo recuerde —sentí como mi cara ardía —espero que esa criatura se encuentre bien.

Estuvimos un rato tranquilas y después comenzaron a llegar las madres con sus hijos, cuando miré a uno de los niños detrás de la vitrina, le dije a su madre para que lo llamara.

—Mi hijo no está haciendo nada malo, así que deja el drama y busca como atenderme que para eso te pagan. ¡Mi dinero es el que te da de tragar! 

Era la primera vez que escuchaba esa frase, en fin, no había mucho que hacer. Solo pude sonreír y seguir atendiendo a la mujer, al final si su chucky jodía algo, ella lo iba a tener que pagar.

—Puede pagar en caja —tomé la mercadería —no sé si se le ofrece algo más.

Ella no dijo nada y caminó de manera soberbia a la caja. Estaba acomodando una mercadería cuando en mi cabeza sentí un golpe muy fuerte, al volver a ver miré a ese niño mientras reía; al lado tenía una pelota que todavía rebotaba.

—¡Rocío!

Escuché la voz de la señorita Cecilia, pero no pude reaccionar, finalmente sentí como me iba a caer, pero algo me sostuvo fuertemente y sentí cierta suavidad mezclada con dureza.

—Señorita —una voz familiar me habló —¿Está bien?

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