La sala estaba llena y se notaba la tensión. Callum estaba sentado al frente con la mirada perdida, pero sus manos aferraban con fuerza los brazos de su silla. Mientras Elias se acercaba al estrado, los susurros de la multitud se acallaron.
Celia, sentada frente a mí, parecía muy segura de sí misma. Lucía perfecta y tenía una sonrisa cómplice que la hacía parecer intocable. Pero Elias, tranquilo y concentrado, tomó asiento, sintiendo el peso de la ocasión.
Se aclaró la garganta y miró fijamente a Celia. Su voz se elevó por encima de los susurros. Elias dijo: «Celia Mercer», entrecerrando los ojos, «has tejido una red de mentiras que ha atrapado a todos en esta sala, pero termina hoy».
El juez arqueó una ceja y miró a Celia antes de decirle a Elias que continuara.
«Lo controlabas todo», continuó Elias con voz firme y firme. «Has estado detrás de cada negocio y cada campaña de desprestigio contra Callum».
La sonrisa de Celia se desvaneció por un momento, pero la recuperó enseguida y se